Ganas de matar
Por: Juan Esteban Quintero Vásquez
Juaninis44@hotmail.com
Tirado en los arbustos de un bosque, no muy lejano al lago Calima en el Valle del Cauca, una tierra asediada por la violencia y el narcotráfico, cubierto por la sombra de los árboles, escondido entre las hojas con la ayuda de su camuflaje, apenas podía asomar la boca del cañón de su rifle de asalto por entre las ramas y no lograba ver con claridad su objetivo, ni siquiera utilizando la mira de su arma. El calor era muy intenso, lo hacía sudar e hiperventilarse, el vidrio de su visor se empañaba, pero trataba de no limpiarse y de controlar su respiración para no ser descubierto. Era él o era el enemigo.
En la intensidad de la batalla
Al otro lado, desde un balcón de las ruinas de una casa vieja y olvidada, alguien custodiaba con su vida al capo. Se esforzaba en concentrar su atención en la espesura del bosque de enfrente, porque había visto movimiento y no podía permitir ser eliminado o perder al capo, pero el ruido de los disparos y los gritos, tanto del enemigo como de sus compañeros, le impedían lograrlo. Afortunadamente estaban en un sitio donde nadie les interrumpiría las ganas de saciar su sed de matar.
Eso es lo que vagamente recuerda Darío Vasco, quien dice que cuando uno hace lo que él tuvo que hacer, todo pasa tan rápido que muchos detalles se olvidan. “De repente, todo el agite que había se detuvo por un momento. Al parecer, la misión estaba complicada y los demás querían descansar o recargar sus armas. No sé en realidad lo que ocurría, lo que sí sabía era que por mi parte estaba listo y ese momento de quietud me hizo ver todo con más claridad”.
“Desde el balcón me di cuenta que el enemigo se acercaba. En ese momento todo se calmó. Los disparos habían cesado porque mis compañeros se estaban moviendo con el capo a una casa vecina para no ser atrapados. Yo me quedé en la primera línea de fuego para contener a “Los amarillos”. Desde mi balcón tenía una excelente vista y podía cubrir varios frentes como la carretera o el bosque, que ya no me preocupaba tanto. Mientras mi equipo se movía sufrimos muchas bajas por lo que debía hacer lo que fuera para contener al enemigo”.
Como dice la canción de Piero, “sucede que hay silencios que anuncian las tormentas”, así fue en esta ocasión. Luego de la calma llegó el momento más intenso del combate. Un solo disparo rompió el suspenso. Una mancha de color rojo ensució las paredes blancas de un balcón de las ruinas de una casa vieja y olvidada. Un solo disparo en la cabeza eliminó al centinela de “Los rojos”. El capo fue capturado y “Los amarillos” recibieron la recompensa prometida de $5’000.000 por su buen trabajo. El Gran Juego Nacional de paintball 2013 en el Lago Calima tuvo un ganador.
La pasión
Para el más grande equipo de paintball del Valle de Aburrá, Warriors, aquel largo viaje de aproximadamente 13 horas por tierra, valió la pena. No sólo ganaron el Juego Nacional, también respeto y reconocimiento dentro del gremio de este deporte en Colombia. Y de paso conocieron el Parque del Café.
“Para nosotros esto no es algo que las personas hacen de vez en cuando para divertirse o que otros critican por la simulación de violencia. No sólo es dispararse bolas de pintura y reírse de los moretones que dejan. El paintball para nosotros es la vida, es juego táctico, es sentir la emoción y adrenalina que se vive en un campo de batalla real. Es matar de mentiras”.
Con cansancio y heridas de guerra, como ellos llaman a las marcas que las bolas dejan en la piel, pero con una pasión que se veía en sus ojos y en sus manos, una sobando el rifle y la otra en forma de puño, se refirió “Michellin”, el líder de “Warriors”, al deporte de su vida. Un hombre grande, un poco robusto que le hace honor a su apodo y que ha dedicado la mayor parte de su vida a construir su mundo en el paintball.
Tiene canchas en Medellín donde la gente va a divertirse con pequeños partidos, proveedores nacionales e internacionales de artículos exclusivos en ese deporte y una larga experiencia que ha adquirido en los 16 años recorridos entre viajes y pintura.
Dos cosas principales: la inspiración y la motivación.
La meta: viajar y ser reconocidos, si es posible en el mundo, como el mejor equipo de paintball táctico. Para lograrlo, entrenan cada domingo en las canchas de “Michellin” o van a lugares cercanos para llevar a la realidad lo que simulan en la ciudad.
“Queremos llegar a vivir experiencias como las que uno ve en los mejores vídeos de internet sobre paintball. De hecho hay uno que consideramos el mejor y que cada vez que vemos se nos eriza la piel, es como una de nuestras inspiraciones. Se llama “Paintball warfare-Epic paintball battle” , tiene que verlo. Una batalla en un desierto con camiones, camionetas, motos, todos armados con diferente clase de equipos, metralletas, pistolas, torretas, bazookas y hasta parapentes con motores disparan desde el cielo ¡Algo de locos!”
Cosas como esas son su inspiración. Los diferentes sitios en los que juegan, las amistades que se forjan y los contactos que se establecen, su motivación. La emoción que sienten al jugar en una cárcel abandonada, un campo de entrenamiento militar o, como en este caso, una tierra donde se pueden sentir identificados con las guerras entre los carteles, no la cambian por nada. No han encontrado nada que les reemplace la película en la que se montan con sus trajes camuflados, escuadrones, armamento, estrategias y cualquier cosa que se les ocurra para cubrir sus ganas de matar, de mentiritas.
Para ver fotos y videos de esta historia: http://juaninis.blogspot.com/2013/10/ganas-de-matar.html