Yagé: una tradición indígena popularizada

“Eran aproximadamente las 7:15 de la noche, habíamos llegado un poco más tarde de lo planeado. La oscuridad se sentía mucho más fuerte a pesar de la luna llena y del cielo lleno de estrellas. Estaba ansiosa, curiosa pero definitivamente y sin querer aceptarlo lo que más sentía era miedo, pues estaba allí porque iba a una toma de Yagé”. Así empieza a narrar su historia Ana María García, una joven de 22 años que por primera vez y en busca de un encuentro consigo mismas decidió probar la medicina indígena.

El Yagé o Ayahuasca es una medicina indígena empleada por varios grupos étnicos (ingas, kament-sá, kofán, siona y koreguaje). Es la mezcla entre dos plantas, la ayahuasca y la chacruna. Ambas plantas contienen Dimetiltriptamina o DMT, sustancia alucinógena y neurotransmisor relacionado con la fase del sueño REM (Rapid Eye Movement). Y por esta razón  las personas al ingerirla tienen alucinaciones.

Para quienes lo toman, la ayahuasca es una bebida medicinal y se utiliza en algunas terapias de rehabilitación para luchar contra las adicciones o malestares del cuerpo y del alma, por lo cual en los últimos años su consumo se ha elevado fuera de la selva amazónica.

El camino para llegar a la maloca indígena del corregimiento de Santa Elena es el mismo utilizado para llegar a Comfama del parque Arví hasta cierto punto, después hay una pequeña desviación y a unos 15 minutos, quizá un poco más se encuentra la casa de paja y madera.

“Cuando llegamos, nos recibieron varios indígenas y una de ellas nos explicó que el inicio de la ceremonia era a las 9:00 de la noche. Mientras tanto nos ubicó a mis 5 compañeros y a mí en tres colchonetas y nos dio cobijas, parecían no haberse lavado en mucho tiempo, una por pareja”.

Ana María con una expresión de decepción en la cara, cuenta que ver el ambiente y a las personas que habían llegado primero fue algo desconcertante, pues el comportamiento de ellos iba en contra de la “preparación” para el ritual.

Antes de ir a una toma de Yagé se debe hacer una preparación de mínimo tres días en los cuales no se debe comer carne, ingerir licor o alguna sustancia alucinógena, no se puede tener relaciones sexuales y  se debe meditar o pensar por qué se siente la necesidad de ir a la ceremonia.

Actualmente el yagé se ha popularizado tanto en algunas ciudades colombianas, según el periódico El Tiempo solo en Bogotá en un fin de semana se pueden llegar a practicar 80 rituales, de los cuales solo unos pocos son realizados por indígenas, chamanes o taitas capacitados.

Cada día a las personas les preocupa más la espiritualidad y su afán de encontrar respuestas o acercarse más a su interior, recurren a este tipo de ritos y en muchas ocasiones ignoran el significado que los indígenas le han dado en su cultura.

Miguel Mavisoy chaman de Putumayo y organizador de tomas de Yagé en diferentes ciudades del país expresa que esta medicina se ha ido, sin mayor control, de la selva a las ciudades causando la aparición de falsos chames que al no tener los conocimientos para realizar estas ceremonias ponen en peligro la vida de las personas asistentes sin tomar las precauciones necesarias.

Además existen chamanes vendiendo los rituales sin y diciendo saberlo todo acerca de esta medicina. “Yo, llevo toda mi vida en esta práctica ancestral y no he terminado de aprender”, cuenta el taita Juan Aguaje, de 64 años de edad y con más de 40 practicando rituales sagrados con el yagé.

Para regular las tomas y el comercio del Yagé, la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), otorga carnets a chamanes y taitas con el debido conocimiento de esta medicina y la capacidad para realizar las ceremonias sin poner en peligro la vida de quienes asisten a ellas.

Desde lo legal no existe leyes que prohíban o rijan las tomas de yagé. Por un lado, los pueblos indígenas tienen derecho a celebrar sus rituales y mantener sus costumbres, pero por otro, su componente psicoactivo DMT está prohibido y es catalogado como una sustancia psicotrópica por la Junta Internacional de Fiscalización y Estupefacientes (Jife) de la ONU.

Como había dicho una de las «ayudantes», la ceremonia dio inicio a las 9:00 p. m. El taita comenzó  explicando que el yagé es una medicina indígena utilizada para sanar todo tipo de malestares, ya fueran físicos o del alma. También explicó que seguramente se iban a tener alucinaciones o visionar como lo llama él. Finalmente dijo que por ser una medicina purificadora  del cuerpo, el yagé podía causar vomito y diarrea, pero eso era algo normal.

Al momento de iniciar la toma de la sustancia, el taita llama a los hombres de uno en uno, y antes de dar la bebida a la persona que la va a consumir, se hacen unos cantos y oraciones. Cuando acaba con los hombres, es el turno de las mujeres y el ritual se repite.

«Después de 10 quizá 15 minutos de haber tomado el líquido rojizo y espeso, empecé a sentirme mareada y de ahí en adelante estuve bajos los efectos del yagé hasta las 3:30 o 4:00 a. m. aproximadamente, y aunque sentía mi cuerpo pesado y veía muchas cosas, en todo momento fui «consciente» de lo que pasaba a mi alrededor» dice Ana María.

Durante toda la noche el taita y los ayudantes acompañan la ceremonia con cantos, inciensos y a la mitad del ritual se le hace una curación a cada persona. En la mañana, cuando todos los participantes ya han salido de los efectos del yagé, el taita pasa por cada grupo de personas y cuando  los participantes van contando sus experiencias, el va explicando porque cada experiencia es diferente.

Los pueblos indígenas no son ajenos a la comercialización de sus prácticas. Existen grupos indígenas o personas de esos grupos que han salido a las ciudades y se han aprovechado de estas costumbres para sostenerse.

Es entonces la necesidad de sobrevivir por parte de los indígenas que han migrado a las ciudades y la constante búsqueda del camino al mundo espiritual por parte de las personas ajenas a estas prácticas lo que lleva a que las tomas de Yagé se vuelvan cada vez más comerciales.

Sin embargo aún existen algunas tribus que se oponen rotundamente a que personas no indígenas hagan parte de estas ceremonias.

Para Enrique Muñoz, Sociólogo y asistente a tomas, las personas acuden a la búsqueda de experiencias como el Yagé por el vacío espiritual y la soledad que sienten y que tratan de llenar a toda costa.

Ana Maria no sabe si el taita de la ceremonia a la que ella asistió, está o no capacitado para realizar este tipo de rituales, ella cuenta que antes de ir no se tomó la terea de investigar, pues simplemente fue una plan surgido un día cualquiera y al que llego por curiosidad, por vivir otra experiencia y tener otra historia para contar.

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