Van Gogh y sus Autorretratos: La Puerta al Mundo del Postimpresionismo

Por: Isabella Rodríguez Duque

Corría el año de 1853 y el pequeño poblado de Groot Zundert en lo que ahora es Países Bajos, veía el nacimiento de quien pasó a la historia como uno de los pintores con más autorretratos en el mundo: Vincent Willem Van Gogh.

Si bien a lo largo de la historia ha habido un atractivo interesante en la vida y obra de Van Gogh que no puede pasarse por alto, son sus 35 autorretratos, parte de la herencia que Van Gogh dejó para el mundo del arte y la cultura, el punto del que pretende hablar esta reseña.

Aunque en vida no fue consciente de su presencia en la corriente artística postimpresionista, es uno de sus principales representantes, siendo esta una corriente que sentó las bases de lo que es considerado como arte moderno.

Este estilo artístico nació con un grupo de artistas como Gauguin, Cezanne, Toulouse-Lautrec y Van Gogh, quienes centraron su atención en los colores vivos y el movimiento, entre otras.

Son los colores, las pinceladas marcadas y el interés en la vida real de los artistas del Postimpresionismo, algunos de los elementos principales que se encuentran presentes en la obra de Van Gogh, compuesta de más de 1600 dibujos y 900 cuadros.

Pese a los aspectos fundamentales con los que hoy conocemos el estilo del postimpresionismo, no es posible identificar un rasgo definitivo bajo el que se unifiquen sus obras, como se distingue en los autorretratos de Van Gogh. En 1896, en París, Vincent pintó un autorretrato con el que fácilmente la memoria puede dirigirse a Rembrandt. Rodeado de tonos oscuros, y destacando únicamente la luz de su rostro, se desvela la influencia del claro oscuro del artista neerlandés, a quien admirada. Sin embargo, en 1887, las pinceladas marcadas y el uso de tonos azules y amarillos, hicieron de Primavera un autorretrato completamente distinto al del 86, igual que su “Autorretrato con Sombrero de Paja”, en el que el amarillo sigue siendo uno de los tonos principales

Un año después de pintar estos dos autorretratos, en la ciudad de Arlés, al sur de Francia, Van Gogh dedicó uno de sus cuadros a Paul Gauguin, un artista francés con quien nació el Primitivismo y quien buscó en algunas de sus obras la subversión de su arte y la armonía entre el hombre y la naturaleza.

Junto a Gauguin, Vincent salió de París en busca de inspiración artística, sin embargo, ambos tomaron destinos distintos: en Arlés, Van Gogh buscaría el sol con el que el resto de su vida experimentaría sobre el tono amarillo y allí tomó en alquiler “la Casa Amarilla”, donde recibió a Gauguin.

Durante su espera a la llegada de Paul, Van Gogh pintó distintos cuadros para decorar la habitación en la que hospedaría a su amigo, y a su llegada, ambos intercambiaron autorretratos. El suyo fue un lienzo con fondo azul claro, sobre el cual destaca su figura, con el cráneo rapado y la mirada en diagonal.

Según se ha comentado a lo largo de la historia, su intención era la de reflejarse con un aspecto similar al de un monje budista, inspirado en la lectura de un libro de Pierre Loti. Este autorretrato hoy se encuentra en el Museo de Fogg, en Cambridge, Estados Unidos, y tiene pinceladas ampliamente sutiles en relación a sus retratos del 87.

Ilustración 4 Autorretrato dedicado a Paul Gauguin 1888

En 1889, Van Gogh pintó un retrato con las pinceladas más características de sus obras, las líneas ondulantes y coloridas que acompañan otras obras del mismo año como la Noche Estrellada, Noche Estrellada sobre el Ródano, Lirios y otros.

Este autorretrato quedó en manos de su hermano, Theo, acompañado de una carta en la que Van Gogh le manifestaba su intención de que notara en sus expresiones faciales y en su mirada, un cambio hacia la tranquilidad.    

Los autorretratos de Van Gogh son, entonces, una puerta abierta hacia el tránsito de su estilo artístico que mutó con el tiempo y fue transformándose hacia el movimiento con sus trazos curvados y diagonales, tonos celestes, turquesa y verdes acompañados del naranja y el marrón, usados continuamente en su barba y en su ropa.

El autorretrato podría entenderse como una mirada hacia la personalidad del artista, al “yo estuve aquí”, como en el sutil reflejo de Las Meninas, de Diego Velázquez, pero también, en el caso de Van Gogh, como una puerta abierta hacia el conocimiento del Postimpresionismo y el Expresionismo.

Ilustración 5 Autorretrato 1889
Opinión, Perspectivas