Anatomía de un corazón roto

Por: Antonia Martínez Vasco

William Shakespeare alguna vez escribió que “las heridas que no se ven son las más profundas”, frase que describe perfectamente el dolor de una ruptura amorosa, que no es superficial ni físico, por el contrario, es algo que no se puede ver o curar con tratamientos o medicinas, va mucho más allá de lo que se pueda decir científicamente, pues, aunque es algo bastante común también es algo muy infravalorado y de lo que poco se habla. Durante una ruptura amorosa se activa el sistema de dolor en el cerebro, que es el mismo que se activa ante una dolencia física, esto explica por qué experimentamos sensaciones de tristeza emocional, como el corazón roto, el nudo en el estómago o la sensación de opresión en el pecho.

Ahora bien, el duelo es cuando se da un cambio de algo de lo cotidiano, cualquier tipo de transformación de un estado a otro puede ser considerado como un duelo. Es un proceso que pasa por varias etapas, el cual permite la aceptación de esa pérdida en la esfera afectiva de la persona, por eso se le llama amoroso. Este es un tema complejo y multifacético que puede surgir no solo tras la pérdida de un ser querido, sino también ante cualquier cambio significativo en nuestras vidas, según Juliana Caro Perdomo, psicóloga docente y experta en temas de duelo, quien nos ofrece una perspectiva profunda sobre este proceso desde el ámbito psicológico.

Imagen generada con inteligencia artificial

María es una mujer que termina con su novio, lo que la deja mentalmente destrozada y con el corazón roto, a partir de ese momento pasa por varias etapas diferentes, primero la negación cuando siente que su expareja todavía está y no lo quiere dejar ir. La ira fue la segunda fase, ese sentimiento de impotencia de lo que no hizo, la culpa que se genera al pensar en todas las cosas que se hicieron mal. La etapa de la depresión fue cuando llegó la tristeza, cuando María se convenció de que lo había perdido, de que ya no estaba. Luego fue el periodo de la negociación cuando todavía trató de buscar la manera de que esa persona no se fuera de su lado, o de negociar consigo misma si era correcto darle otra oportunidad. Finalmente llegó a la etapa de la aceptación cuando a través de pasatiempos y del apoyo de las personas a su alrededor, pudo superar el duelo.

María soy yo, María fue mi amiga y Maria es la representación de cualquier persona en duelo, aunque bien cada quien vive su ruptura de una forma diferente, estas son las etapas más comunes por las que se debe atravesar. Diego por ejemplo vivió todas esas fases en un orden diferente, a Camila por el contrario le tomo 6 meses más que a Juan superarlo, Pablo lleva un año y aún está en ese periodo de depresión, Antonia no sufrió luego de la separación porque su duelo lo vivió dentro de la relación y Don Julio murió a causa de un infarto provocado por la profunda tristeza de su perdida.

Cada ser humano es un mundo diferente, no todos viven igual el proceso, cada quien lo asimila con base a su personalidad y a sus experiencias, es decir, el afrontamiento va a depender del nivel de madurez de quien lo pasa. También es importante resaltar que los duelos no solo se viven después de la relación, hay quienes lo hacen durante, como fue el caso de Antonia, quien vivió la etapa de la ira, la depresión, negociación y aceptación en el transcurso de estar con su expareja, “Para mí era más duro cuando peleábamos porque yo todavía tenía la esperanza de que de íbamos a seguir juntos, entonces yo vivía en constante depresión e ira porque me daba miedo el que no nos reconciliáramos, ese era mi miedo constante”. Al final dejó de ser difícil precisamente porque ella ya estaba en un punto en el que estaba resignada, que ya sabía que esa relación no estaba funcionando. Cuando ese compromiso se terminó, Antonia no tuvo que pasar por ninguna de las etapas del duelo, por el contrario, sintió una liberación y gratificación al aceptar el fin de la relación y encontrar la paz interior.

Después de atravesar por el proceso de superación y alcanzar la aceptación, aún pueden persistir secuelas emocionales en una persona, como pensamientos fijos o creencias irracionales en la mente. Estas ideas, como la de no ser suficientemente bueno para nadie, pueden impedir que el individuo se abra a nuevas relaciones por temor a revivir experiencias pasadas. Es posible que, a pesar de haber avanzado en el trayecto, estas creencias arraigadas vuelvan a manifestarse, lo que subraya la importancia de comprender cómo se elaboró el duelo y cómo se cerró ese capítulo emocionalmente. Es fundamental no solo dejar que el tiempo transcurra, sino también reflexionar sobre todo lo vivido y resolver los asuntos pendientes consigo mismo y con la relación pasada para lograr una verdadera paz interior y estar en condiciones de abrirse a nuevas oportunidades.Principio del formulario

A veces lo difícil no es perder a una persona, sino por aprender a estar solo, acostumbrarse a una vida diferente a la que antes se llevaba: “En un principio como que uno termina una relación y no cae en la cuenta de muchas cosas que implican, pero con el pasar de los días uno va notando la ausencia, esa falta que le hace en la cotidianidad”, Diego afirma que a medida que pasa el tiempo empiezan a emerger sentimientos de culpa, de frustración, de miedo de alguna manera, la culpa de saber que se pudo hacer más por mejorar la relación, el miedo que emerge es como ese miedo a no volver a conectar con alguien, a sentir que no se puede volver a tener relaciones significativas con nadie. Este es un claro ejemplo que como los seres humanos muchas veces tenemos esa necesidad constante de estar con alguien, ya sea por costumbre o por miedo a la soledad, y solo al momento de entender que estas situaciones ayudan a crecer, cuando se decide quedarse con lo bueno, cuando se trabaja en las cosas que no estaban, es ahí cuando empieza a cambiar todo y se vuelve una oportunidad de auto descubrirse como persona y de poder empezar a trabajar cosas internas.

“Tener el corazón roto”, más que una expresión es una realidad, pues el dolor emocional que causa una separación puede provocar alteraciones en el funcionamiento del corazón, a esto se le llama miocardiopatía de takotsubo. Según National Geographic, el síndrome se desencadena porque en el transcurso de duelo el cuerpo empieza a producir oxitocina y cortisol, dos hormonas que en exceso pueden ser perjudiciales, al igual que los cambios en el sistema nervioso, que dado a las señales confusas que genera el cuerpo, provoca que la actividad eléctrica del corazón se desequilibre, resultando en una sensación similar al de un infarto, aunque a menor escala. Aunque esto se da más en adultos mayores, nadie está exento a que esto le pueda pasar, por lo que sigue siendo increíble la minimización que se le da al sentimiento de una persona en duelo, cuando este es un proceso que trae tanto efectos psicológicos, como médicos.

El acompañamiento se convierte en un faro en la tormenta en medio del dolor, la importancia de una red de apoyo sólida se vuelve evidente. Juliana Perdomo resalta la necesidad de escuchar sin juzgar, brindando un espacio seguro donde la persona pueda expresar sus emociones libremente. El apoyo compasivo y la empatía son fundamentales para navegar los mares turbulentos del duelo y a medida que exploramos los rincones oscuros del dolor, emerge una luz de esperanza, donde el duelo puede ser un catalizador para el crecimiento personal y la transformación. Ver este proceso como una oportunidad es indispensable para aprender lecciones valiosas sobre nosotros mismos y sobre la vida en general. En lugar de percibirlo como una pérdida de tiempo, es vital integrar las experiencias vividas como parte de nuestro viaje de autodescubrimiento.

Al abordar el complejo transcurso del duelo tras una ruptura amorosa, se entiende que desde el dolor inicial hasta la eventual aceptación, cada individuo experimenta el trayecto de manera única, enfrentando desafíos emocionales y psicológicos que pueden dejar secuelas a largo plazo, por lo tanto es fundamental verlo no solo como una experiencia fallida, sino como un aprendizaje, un viaje hacia la aceptación y el crecimiento personal. Esto se logra con el apoyo emocional y, en muchos casos, asistencia profesional para navegar por este trayecto de manera saludable y constructiva, pero lo más importante es entender al duelo como algo realmente difícil, algo que no debe minimizarse siendo un proceso por el que pasamos la mayoría de las personas en algún punto de nuestras vidas. De esta manera, conociendo las consecuencias e implicaciones, y a través de experiencias como las de Diego, Antonia o María, se puede saber cómo es realmente la vivencia de esta situación y entender la anatomía de un corazón roto.

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