“Mi primer maquina me costó en ese entonces 600 pesos” cuenta Doña Edelmira, una mujer de 74 años, oriunda de Manzanares(Caldas), quien trabaja todavía en algo que ama hace más de 40 años, hace parte del 33% de adultos mayores en Colombia quienes trabajan, como muchas mujeres ha combinado su labor con el ser, madre, abuela y hermana.
Cuando vivía en Manizales conoció a su esposo con quien se casó a los 21 años y tuvo dos hijos, un niño y una niña. Su esposo, al igual que su padre trabajaba en la licorera de Caldas pero la situación se puso mal, a este le resultó una oportunidad de trabajo en Fabricato, una fábrica de telas, llegaron a Bello buscando oportunidades y su esposo entró a trabajar como mecánico y soldador. La modistería, las telas y los hilos le dieron a su familia un mejor estilo de vida.
Edelmira, la segunda de cinco hijos y la mayor de las mujeres, vivió una niñez normal pero no tuvo estudio porque en ese tiempo todavía los papás tenía la creencia que “las mujeres ¿¡para que estudiaban!?. Que los hombres eran los que tenía que estudiar”.
Desde pequeña le gustaba la costura, empezó desde joven cosiendo vestidos a sus hermanas. “Yo los hacía y me quedaban buenos” dice ella, después le cosió a sus hijos, ahora le cose a sus nietos. Le hace los jeans para el colegio, las camisas a su hijo y marido, también a su nieta e hija vestidos, pero en su tierra natal no llegó a poner su negocio de costura y modistería.
Su primera máquina, una familiar de marca Anker, la compro en una compraventa, luego trabajando con ella logró comprar una industrial, fue cosiendo, aprendiendo a mejorar con cada prenda, trabajando constantemente por aprender por sí misma. Con su trabajo logró conseguir tres máquinas con las cuales armó su propio taller, que consta de una fileteadora, dos planas, una tabla para cortar, un costal de retazos, muchas cajas con diferentes hilos, botones, cierres de diferentes colores y texturas, que ayudan a realizar las prendas.
Doña Edelmira surte el taller cuando se le acaban los cierres, el hilo, la entretela, ella anota de lo que le va haciendo falta y sale al centro de Medellín a la Bombay, también le compra la tela a sus clientas, pero cuando comenzó se recorría los almacenes de Palace, porque en Bello no había un lugar donde comprar todo en un mismo lugar.
En Bello empezó su negocio, al realizar vestidos y costuras para sí misma y su familia, las señoras que admiraban sus modas y decían “¿Quién te hizo ese vestido tan bonito?” lo que hacía que las clientas llegaran por recomendación de otras y así doña Edelmira fue armando su clientela, sin poner un aviso y siempre teniendo su taller en las casas que vivió.
Ellas traen las modas en fotos o le explican a doña Edelmira lo que quieren, ella lo dibuja y en acuerdo con el gusto de la clienta sale la moda, luego ella le toma las medidas de brazos, pecho, cadera, ancho, largo, se consiguen la tela, botones u otros cachivaches, que le den armonía.
Luego empieza en proceso de realizar la prenda, ella saca los moldes con papel periódico reciclado, une las partes con los alfileres para poder darle el largo y la forma indicada, une el molde con la tela y sigue el proceso de corte, sacando pieza por pieza, según la forma indicada, luego sigue unir y pulir la prenda con la máquina, para terminar se dejan los detalles como botones, ojales y presillas, solo falta la última prueba , la clienta se la mide, pide unos arreglos más y finalmente la prenda está lista, todo el proceso realizado por las manos de doña Edelmira.
En el día ella recibe varias visitas de personas, unas quieren ropa nueva, otras quieren arreglar sus ropas que no se ajustan bien a su cuerpo, y aunque las usuarias no siempre son las mismas, hay varias que son recurrentes, también llegan estudiantes de diseño de modas para que les realice los diseños de estas.
Sufre de migraña y la han tratado por ello con diferentes tratamientos, también recientemente empezó a sentir un fuerte dolor en su rodilla derecha, le diagnosticaron tendinitis, ella maneja su ritmo de trabajo y procura descansar, a pesar de esto le gusta trabajar y sentirse útil, por su parte el doctor Rafael Piedrahita dice que «llegar a la vejez no es sinónimo de discapacidad, pero el cuerpo sufre un desgaste».
Normalmente su jornada oscila entre cinco a siete horas, de igual forma toma sus descansos, trabajando en promedio de 30 a 42 horas por semana, lo que comparado con lo que dice el estudio Misión Colombia Envejece, «Los hombres de 60 años o más trabajan en promedio 41 horas semanales en las áreas urbanas y 39 en las rurales. En contraste, las mujeres de las zonas urbanas trabajan 31 horas y las de las zonas rurales tan solo 21 horas» , se acerca a las estadísticas generales de la población de adultos mayores que trabajan.
En un día normal en la vida de Edelmira empieza a eso de las siete y media de la mañana cuando se levanta, entra al baño y baja a hacer su jugo de la mañana, el cual toma para mejorar su salud con sus pastillas para los achaques de la edad. Le hace el desayuno a su nieta y se recuesta un rato mientras oye las noticias de la televisión para poder desayunar, luego se baña, se viste y baja a hacer el almuerzo, come y toma la siesta de la tarde.
Se levanta entre las dos de la tarde y las tres para poder empezar a trabajar, prende el televisor en las novelas de la tarde, se sienta en la silla frente a su máquina plana , hunde el botón de encendido, pone la tela debajo de la aguja y empieza a darle pedal a la máquina. Cose mientras escucha y a veces mira la pantalla capturada por la escena de la novela, alternando entre coser en una máquina u otra, cortar y pegar botones. El timbre va sonando las clientas preguntan “ ¿Está Doña Edelmira?”, y entran a las casa de dos pisos en Bello. Toma un descanso para consumir el algo de beber y comer, a eso de las diez está acabando su jornada.
A ella le piden mucho para que haga vestidos, blusas y camisas pero lo que a ella más le gusta hacer es el slam, o pantalón de hombre, también hace arreglos como la bota a los jeans. Los domingos a ella no le gusta tirarse a la cama a ver televisión, “arreglo mi taller, aceito las máquinas, si tengo algún trabajo para hacer lo hago, me gusta trabajar” cuenta doña Edelmira. Al ser empírica en su trabajo no a ha tenido ningún estudio, pero a ella no le importa, está feliz con lo que aprendió por sí misma.
Ella no se pensiono como muchos otros colombianos, quienes no empezaron cotizar a tiempo o tuvieron problemas en la obtención de la misma, en el caso de ella nadie le dijo que cotizara para un seguro o los trámites de lo que tenía que hacer, pero le hubiera gustado hacerlo, aunque no hubiera dejado de trabajar, solo hubiera trabajado más poquito, porque a pesar de su edad y de los problemas de salud que vienen con esta a ella le gusta lo que hace. (Articulo: El País)
“Nunca dejaría de coser porque es un oficio que me gusta” nos dice para finalizar a Doña Edelmira, sentada en la silla al frente de su máquina esperando para poder terminar con la prenda que estaba realizando.