Gorras tricolor con estrellas, escudos y camisas de la selección vinotinto es el pan de cada día que se vive en las principales ciudades de Colombia, donde a diario se mueven miles de emigrantes venezolanos que trabajan, estudian o buscan un empleo para subsistir.
Hace algunos años, la ola migratoria era de Colombia hacia Venezuela cuando ocurrió el “boom petrolero”, donde a partir de los años 70, los colombianos migraban por la situación económica, la elevación del ingreso per cápita y las condiciones de vida en Venezuela, tanto asistenciales como educativas, que, con un sistema público, garantizaba el acceso a todos los residentes en el país.
El colombiano garantizó una mejor mano de obra para muchos oficios, sabiendo que en Venezuela algunas labores no se querían ejercer o no se tenía el conocimiento para realizarlas, en los años 80 se empezó a dar el flujo de profesionales colombianos que hicieron vida en territorio venezolano y a comienzos de los años 90, muchas empresas colombianas comenzaron a instalarse.
Un regreso anunciado
Para nadie es un secreto que la llegada de miles de venezolanos a todo el territorio colombiano se ha convertido en un fenómeno social, porque es la migración más alta en la historia del país, tanto así, que ciudades como Bogotá, Medellín, Cartagena, Barranquilla, Bucaramanga y Santa Marta se han visto sobrepobladas por las migraciones del vecino país.
Migración Colombia, entidad del Ministerio de Relaciones Exteriores, tiene reportados actualmente 40.000 venezolanos que viven legalmente y calcula que hay 60.000 viviendo de forma irregular. Una investigación liderada por el sociólogo y experto en migración venezolana, Iván de la Vega, revela que son 900.000 venezolanos, los que han llegado al país en los últimos 20 años, por el efecto de la llamada “Revolución Bolivariana” y la crisis social en el país vecino.
El éxodo venezolano se dio en las dos últimas décadas con cuatro olas de migración. La primera fue de varios empresarios, dueños de Alimentos Polar, Congrupo y Farmatodo, que fueron atraídos por la globalización de la economía. Después, tras la llegada de Hugo Chávez al poder se dieron dos nuevas olas, la de los ejecutivos de alto nivel, que trabajaban especialmente en la compañía petrolera Pdvsa y, más tarde, una de profesionales y tecnólogos con mayor nivel educativo.
Actualmente, lo que se podría denominar la cuarta ola, se debe al regreso de los colombianos a sus lugares de origen, en busca de un mejor futuro. Sin embargo, más allá del regreso de estas personas, los venezolanos en el país también siguen entrando, por “cielo y tierra”, y aunque gran parte dice que viene por turismo, se quedan trabajando sin permiso, salen a los tres meses y vuelven a ingresar, para no ser deportados.
La migración según el PEP
Según Migración Colombia, en su Radiografía Migratoria realizada en diciembre de 2017, el Permiso Especial de Permanencia (PEP), fue creado para regularizar la situación migratoria de aquellos ciudadanos venezolanos que habían ingresado de forma regular al territorio nacional y luego del vencimiento de su Permiso de Ingreso y Permanencia, se quedaron en Colombia con la condición de permanencia irregular.
El PEP, tiene una vigencia de 2 años a partir de su fecha de expedición, esto permite a su portador regularizar la situación migratoria en el país, acceder al sistema bancario, trabajar, estudiar e incluso, cotizar en el sistema de salud y pensiones, entre otros.
¿A qué vienen a Medellín?
La capital antioqueña ha sido una de las principales ciudades afectadas por la sobrepoblación venezolana, pues según cifras de la Secretaría de Inclusión Social, Medellín es la sexta ciudad con más migrantes del vecino país y se estima que hay alrededor de 25.320 venezolanos, de los cuales 16.464 tienen resuelta su situación legal.
Ángel Moisés Ladera, vocero de la fundación Revamm, que es la encargada de brindar ayuda laboral, económica y de vivienda a las mujeres venezolanas, considera que Medellín “al ser la cuarta ciudad más reconocida en el país por su estabilidad, tiene mayor receptividad de venezolanos”, además dice que esto “beneficia la amabilidad del antioqueño, porque son más cordiales y más abiertos para ayudar”.
Poder comprar alimentos, conseguir medicinas, tener mejor calidad de vida y tratar de asegurarse un mejor futuro, son las razones por las cuales cada vez llegan más venezolanos a Medellín, pero, ¿qué pasa cuando no se tiene el PEP?
Solo son 15.550, los ciudadanos venezolanos que tienen el Permiso Especial de Permanencia (PEP), algunos de ellos son profesionales, otros no, y mientras unos han tenido suerte y pueden conseguir un empleo gracias a sus capacidades, a otros les ha tocado reinventarse y realizar cualquier labor.
Saray Colmenares, una venezolana que lleva un año en Medellín, aproximadamente, se dedicaba a vender empanadas chilenas en su ciudad natal, Tocuyo, ella llegó a la ciudad, obligada por la situación económica de su país, porque al no encontrar comida en ningún lugar, se ha tenido que desempeñar como mesera sin contrato alguno.
Al realizar su labor es excluida de las prestaciones legales, salud o pensión; sin embargo, “la discriminación se presenta constantemente hacia nosotros, escuchan nuestro acento y nos cierran las puertas, tanto, que en mi primer trabajo, mi jefe al enterarse que estaba embarazada me obligó a renunciar sin causa alguna, solo porque no tenía papelería legal”, asegura Colmenares.
Colmenares, considera que la xenofobia no solo se presenta hacia los venezolanos, también ha existido desde hace mucho tiempo en Colombia, pues “independientemente, si fuéramos chilenos, ecuatorianos o venezolanos, el problema ha sido la cultura, porque el país no ha estado preparado para recibir extranjeros, no están acostumbrados a ver, relacionarse o a escuchar otro dialecto de otras personas”.
Como Saray, a muchos venezolanos les afecta no poder contar con el PEP, pues aunque les garantice ser contratados laboralmente, acceder a los servicios de salud e ingresar a sus hijos en planteles educativos, se aprovechan y no se le da el mérito al trabajo de quienes no cumplieron con los requisitos para tramitarlo.
Estas personas que han venido de Venezuela y no tienen permiso para trabajar, se dirigen a sectores de muy baja remuneración en la economía informal, llegando al punto de estar obligadas a estar en las ventas informales, una actividad que aumenta principalmente en el centro de la ciudad, El Poblado, Belén y San Javier, además no tienen la posibilidad de competir con el empleo formal, porque se requiere de una mejor documentación.
Algunas personas pueden considerar que, con la llegada de los venezolanos a Medellín, se puede redistribuir la pobreza en la ciudad; sin embargo, algunas personas argumentan que si se brindara participación a estas personas en el mercado de empleo formal, se podría contribuir a un momento de cualificación en la economía, no sólo por el éxodo venezolano, y sino de otros extranjeros en general.
Contratar a un venezolano
Para los colombianos, ha sido muy difícil adaptarse a la presencia de los venezolanos, no solo por la situación que se vive en ese país, sino por su competitividad, pues, si se tiene en cuenta a los profesionales venezolanos con mejor aptitud y preparación que los formados en Colombia, la industria y la economía colombiana tendría que replantear sus objetivos, tanto profesional como laboralmente.
Carolina Saez, ciudadana nacida en Caracas, es un ejemplo de ello, llegó a Medellín hace tres años como una turista más, antes que comenzara el auge del éxodo venezolano, hecho que la obligó a quedarse en la ciudad, por la situación económica de su país y no encontrar pasajes para su posterior regreso. En su país logró consolidar una empresa publicitaria, gracias a los estudios realizados en la Universidad Central de Venezuela como publicista y bilingüe, pero al llegar a Colombia comenzó desde cero.
Pasó por muchos trabajos, como el caso de un Call Center, donde no contaba con ningún tipo de documentación legal, no le pagaban horas extras, tenía exceso de carga laboral, no era bien remunerado su labor y el contrato laboral era por prestación de servicios, porque el que figuraba en nómina era su pareja y por medio de la cuenta de él, le consignaban. “Era una especie de fantasma en la situación legal en Colombia, por eso diligencié mi visa, y al ser mi pareja colombiana, logré obtener la TP10, pero son tantos los costos para estar legal, que pedí un préstamo, porque el sueldo mínimo no te da para pagar lo que requiere la cancillería”, asegura.
Después de tres años buscando un trabajo estable y que estuviera relacionado con su carrera, Saez labora en el Instituto de Fertilidad Humana (InSer), “allí tengo buen sueldo, buen ambiente laboral, soy apreciada profesionalmente y tengo mayores probabilidades de crecer profesional y económicamente”, además de esto fue contratada por su habilidad en la segunda lengua, en el que se ha involucrado con el departamento de mercadeo, pues su amplia experiencia en este campo, la hace reconocer como la encargada en la atención del paciente internacional y también de un proyecto institucional para establecer un servicio al paciente, facilitando las citas y la atención telefónica.
Como estas, hay muchas posibilidades para que Colombia pueda aprovechar laboralmente el potencial de los profesionales venezolanos con buena formación, excelente preparación académica, buena experiencia en compañías y que tienen el plus de dominar el inglés u otra lengua extranjera.
De acuerdo con Ladera, “Venezuela no está afectando a Colombia, sino que la está beneficiando por su mano de obra, por ende, el gobierno debe de involucrarse culturalmente y enfatizar que los venezolanos no somos una carga, sino un beneficio para la economía. Nosotros podemos ser una solución si nos permitieran invertir, tener una cuenta bancaria, pagar impuestos, tener un local o contratar colombianos, pero aún estamos al margen de la ley”.
Finalmente, según lo dicho por Migración Colombia y los venezolanos residentes en Medellín, es necesario encontrar la clave para generar políticas públicas, esto con el fin de atender a la población procedente de Venezuela, país que en momentos de bonanza acogió miles de colombianos, y dejar a un lado su discriminación, xenofobia y el fenómeno de mayor magnitud migratoria que ha afectado a Colombia y a sus principales ciudades.