En las universidades de Medellín abundan los venteros informales
Las ventas informales constituyen un modelo de negocio que se extiende rápidamente por las universidades de Medellín.
Aunque las universidades prohíben a sus estudiantes vender productos dentro del campus, las ventas estudiantiles son una práctica que se extiende velozmente por todas estos centros educativos y son cada vez más los jóvenes que les venden a sus compañeros papitas, tostacos, sanduches, chicles, chocolatinas, gomitas, mentas, minutos a celular, películas, ropa, cigarrillos, dulces americanos y toda clase de productos, desde vestidos de baño, perfumes, hasta jabones antibacteriales y accesorios de moda, para financiar sus gastos universitarios, su vivienda y, a veces, la matrícula.
A pesar de las prohibiciones, son una forma con la que muchos estudiantes se cubren gastos de matrícula, transportes y alimentación durante la temporada de estudio. “Aunque en la mayoría de los casos reducimos 300, 500 o 1000 pesos los precios de la competencia institucional, es un negocio que genera grandes ganancias que sirven para los gastos universitarios, desde el semestre, fotocopias, los buses y la materia prima”, afirma María Fernanda Cabra, estudiante de publicidad y vendedora informal de la Fundación Universitaria Luis Amigó.
También es común encontrar a pequeños empresarios, que representan sociedades familiares, y se encargan de la publicidad, el manejo de la marca y la distribución por medio de tarjetas en las que ponen números de contacto. “La gente todo el tiempo demanda productos, por eso acostumbro a surtir mi chuzo con lo que más veo que le gusta a los estudiantes, además de eso, me gusta hacer aretes, manillas y pintar camisetas que de igual forma vendo con facilidad. Es la forma en la que doy a conocer mis productos, conozco gente y tengo ingresos rentables que me ayudan a sostener mis gastos en la universidad y también para poder salir el fin de semana así sea a tomarme una cerveza”, asegura Laura Serna Zapata, estudiante de publicidad en Ideartes.
La mayoría de universidades cuentan con un mercado informal, en algunas hay mayor libertad y se observa a varios estudiantes vendiendo sus productos: en otras los vendedores deben mantenerse ocultos y moverse en la clandestinidad, ya que suelen ser perseguidos como si estuvieran cometiendo algún delito, y de ser descubiertos deberán pagar sanciones establecidas por la institución. “Desde el punto de vista de la universidad, como institución, es una actividad que no es bien vista, sin embargo, hay instituciones privadas que dentro de su reglamento estudiantil no mencionan la prohibición de las ventas informales, más bien tratan de preocuparse por la formación de los estudiantes antes que por este tipo de realidad”, dice Nelson Caicedo, economista y docente de la Fundación Universitaria Luis Amigó.
A pesar de que existe reglamentación para el control de las ventas informales, son actividades que logran ser incontrolables, ya que representan una realidad que se ha convertido en una fuente de ingreso constante para solventar algunos de muchos gastos que tienen los estudiantes universitarios. “Aunque la venta de productos por fuera de las tiendas destinadas para esto está prohibido, es muy buena manera para que los estudiantes asuman el valor del trabajo y cojan responsabilidades; igualmente, desde que los productos sean legales, se debería flexibilizar un poco la ley contra la venta informal y más bien apoyar esta situación que sirve como trampolín para futuros empresarios ya que es una práctica buena, que aunque los planteles la prohíban de todas formas seguirán floreciendo dentro del comercio estudiantil”, agrega Nelson Caicedo.
Las acusaciones y los llamados de atención van y vienen, mientras tanto el comercio informal no sólo se mantiene sino que avanza sin ningún tipo de freno. Los pasillos, las cafeterías, las aulas de clase, los baños, las canchas deportivas son solo algunos de los espacios del comercio informal dentro de las universidades. “Es muy fácil encontrar en cualquier lugar de la Universidad a cualquier hora del día lo que estés buscando, ya sea para comer o para ponerte, y lo mejor es que lo encuentras a un precio muy reducido. Hay compañeros que hasta te fían o te dan promociones de pague una y lleve dos”, comenta María Fernanda Saldarriaga, estudiante de Diseño industrial de la UPB.