Ilustración de Freelance

En las mañanas, gran parte de los estudiantes colombianos, se levantan a organizarse, muy tempranito cada día, antes de que salga el sol, como si hubiera una partitura sinfónica de fondo que se repite durante la semana; y a la salida, se echan la bendición, los creyentes, y los que no, solo cierran la puerta para ir a montarse en el bus, o en el metro o en su medio particular.

Estando en ese recorrido de casa al próximo destino, universidad o colegio, hay un minucioso intervalo de tiempo donde se cierran los ojos, y se añora el calor de la cama, el confort de la casa, cinco minuticos más que deberían ser todo el día; pero finalmente llegan a su destino, y de tanto reproducir la misma rutina, entra en consideración hacer cosas nuevas, pensar en cuando serán las próximas vacaciones y descansar de la constante que agobia el cuerpo.

Pero ahora, la sinfonía ha cambiado, el deseo de quedarse cinco minuticos más, para muchos se ha vuelto en un “cuando será que pasa esto”, así como dice Manuela Rave, estudiante del área de la salud, “ esas cosas que uno dice “que pereza, que estrés” pero a uno le hacen falta cuando no las tiene, me hace falta montar en metro, ir a la universidad, ir a las practicas, ver a la gente y eso que yo no salía mucho, pero extraño ir hasta a la tienda”.

No son los únicos, pues aquellos lugares no han vuelto a ser los mismos sin los estudiantes; los corredores no tienen vida, las risas parecen fantasmas que se manifiestan a lo hondo, los niños corriendo y cantando y la cara de preocupación de los jóvenes antes de entrar a un parcial, los colegios y las universidades están vacías ahora.

Las clases se han transportado a una pantalla y no se iguala al aprendizaje presencial, no solo porque hay más distancia, sino porque algunos ni siquiera tienen un computador en casa, y es tendencia cada día en redes sociales esta problemática, pero, ¿saben quiénes no pueden opinar al respecto? Los estudiantes que no cuentan con acceso a internet.

Quien diría entonces que la rutina de la que querías huir iba a ser una añoranza, pasar por la tienda del barrio y ver al tendero sentado, saludar al perro que se acuesta en la puerta de la iglesia, ser empujado dentro del metro y parecer una partícula de algún embutido y sin lugar a duda, llegar a la universidad y ver la cara de los profesores, ver reflejados en los tableros, sueños y metas por lograr; o llegar al colegio y sentir la adrenalina de “viene el profe” o la llamada de lista para entregar la tarea. El mundo se ha paralizado y estando lejos es donde se siente la ausencia verdadera de la calle, que ella nos hace y nos compone y que ir a estudiar no era tan malo.

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