Shakespeare: presencia y desafío constante para un creador contemporáneo

Por: Ángela Patricia Jiménez Castro

En el marco del Festival Internacional de Teatro de Manizales, en su versión número 56, se lleva a cabo el VI Congreso Iberoamericano de Teatro, un espacio en el que investigadores de 19 países se reúnen para reflexionar alrededor del tema “Cuerpos y corporalidades: sociedad, género, naturaleza, tecnología” y, a través de las distintas propuestas, dar a conocer el pluralismo existente en nuestros territorios. Al mismo tiempo este espacio busca fortalecer las conversaciones alrededor del teatro, compartir conocimiento y formar a estudiantes o interesados en temas de las artes escénicas alrededor de la creación y desafíos para la consolidación de nuevas propuestas.

En este sentido, el actor, dramaturgo, director de teatro contemporáneo y docente argentino, Hernán Gené de Lucca orientó el taller “El oso de Shakespeare”, dedicado a conversar acerca de las dificultades y posibilidades que existen para crear obras de este autor inglés que permanece tan vigente para todos los tiempos, con personajes tan diversos que, de alguna manera reflexionan sobre lo que significa ser humano; tan diversos como el mismo público que asiste a los espectáculos y logra verse retratado en sus obras.

En el universo de Shakespeare no solo aparecen reyes y cortesanos, también nos deja ver borrachos en que habitan en las tabernas y desde allí se mofan de los gobernantes; personajes en conflicto consigo mismos, con sus mundos internos y su disposición frente al mundo, y jóvenes apasionados que, a pesar de la oposición de sus familias, deciden casarse de forma clandestina y llevar a cabo su romance, entre otros. Rivalidad, traición, poder, intriga, comedia, pasión y amor son situaciones que a lo largo el tiempo se han convertido en arquetipos de episodios familiares, sociales y personales. Y sí, no podría ser de otra manera “porque el propósito y único fin del buen teatro, insiste Hamlet ante sus actores, es reflejar la verdad de la vida como quien dice en un espejo. Si el espejo no tiene una superficie límpida, la naturaleza no se refleja, no se ve”.

Según Hernán Gené, llevar a Shakespeare a escena es uno de los principales retos y desafíos para un creador contemporáneo, quien todo el tiempo se pregunta: “¿Es posible hacer esto?, ¿cómo?”, aspecto que los lleva a buscar las respuestas creativas para una puesta en escena que logre conectar con el patio de butacas. “Todos los directores estamos obligados  a llevar a escena todo, hay que resolver siempre. En el caso de Shakespeare las dificultades se multiplican. A mí me lleva un año este proceso, y sufro, vivo atormentado y me quita el sueño”, afirma el director frente a lo que implica un proceso creativo para abordar el autor.

En este sentido, es indudable que para muchos directores y actores, Shakespeare es su fuente de inspiración, su obra literaria y artística habla y piensa en el teatro, y aquella complicidad con el público es quizás uno de los mayores atractivos para las puestas en escena; una complicidad que se teje a partir de la relación con los personajes e historias que dan cuenta de las virtudes y desgracias humanas. Así, la hondura de los personajes de Shakespeare, sus contradicciones y profundidades oscuras nos enseñan la versatilidad para vernos también a nosotros mismos, escucharnos e identificarnos.

Gené resaltaba una frase de Oscar Wilde sobre el autor isabelino: “La vida imita a Shakespeare tan bien como puede”; una frase que nos revela la sintonía de la existencia con este universo literario-teatral. Llevar a Shakespeare a escena no es solo un acto de representación teatral, sino una reflexión sobre la vida misma; su presencia en escena demuestra que siempre está en conversación con director, actor y espectador, por lo que se hace inevitable estar atravesado por uno de sus personajes y dilemas.

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