Es un corredor verde que mitiga la expansión urbana del oriente de Medellín, desde Guarne pasando por Santa Elena hasta Envigado. Aunque es necesario para la conservación de los recursos hídricos, la comunidad reclama la falta de consulta.
Mientras el Estado protege la reserva hídrica, patrimonial, turística y ecológica de Arví, las comunidades que habitan el parque sienten que no tuvieron voz ni voto para el proyecto que hace realidad el mejoramiento, la protección y la conservación social y natural de su entorno.
Durante décadas, el territorio de Arví ha sido objeto de distintas finalidades, afirma Jorge Hernán Betancourt Mejía, director de Gestión Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente de Medellín.
La más urgente es “establecer una barrera entre el crecimiento poblacional de esa ladera (del Valle de Aburrá), que ha ido ascendiendo hacia el de San Nicolás”.
Si bien, el turismo en esta zona ha sido constante, las personas llegan al parque, entre otras cosas, a hacer camping y fogatas y los nativos comercializaban musgos y especies extraídas del bosque, estas actividades generaban un uso indiscriminado de los recursos naturales y daños ambientales en el parque, de allí la necesidad de regular estas acciones.
Zona de ricos
Sin embargo, otra perspectiva tienen los habitantes: “Lo que pretende el Municipio de Medellín es tener en el Parque Arví una comunidad de ingresos altos para poderlo conservar como una zona de reserva y sobre todo turística”, expresa José Leonardo Grajales, miembro de la mesa corregimental y de Asocomunal Santa Elena.
El líder añade que para el Municipio no es tan interesante mantener la estructura de la propiedad de la tierra porque la familia las divide para heredarlas, “lo contrario de los turistas, que compran y construyen una casa de recreo”, dice.
La figura de los parques naturales es posterior a la Constitución de 1991 y se crearon en zonas consideradas vulnerables, que hay que proteger y son el pulmón de las ciudades.
Arví social, ambiental y turística.
Según Julián David Zuluaga, comunicador social e investigador del proyecto sobre impactos sociales en el Parque Arví, la regulación no tuvo en cuenta que las reservas forestales generalmente están ubicadas en zonas rurales apartadas de asentamientos humanos.
Pero “Santa Elena es el primer parque natural del país que no presenta esa generalidad”, ya que con la Ley 388 de 1997 se empiezan a regular las viviendas en los parques, cuando existían 11 mil habitantes en Santa Elena. Eso quiere decir que el contexto es distinto y hay que llegar a abordar el tema de otra manera”, dice.
El Ministerio de Medio Ambiente obliga a las corporaciones autónomas regionales del Centro de Antioquia (Corantioquia) y de los Ríos Negro y Nare (Cornare) a hacer un plan de manejo del parque teniendo en cuenta la población asentada.
La zona de reserva fue creada en 1971 (con lo cual el problema no es nuevo ni tomó por sorpresa a nadie) y fue redefinida por la Resolución 1510 que cambió las normas de uso del suelo, construcciones o expansión de vivienda urbana en la zona de Arví y la reserva del río Nare para garantizar el abastecimiento de agua potable a Medellín y servir de lugar de recreación de los habitantes.
Pero, la comunidad desconocía esa norma, expresa José Leonardo Grajales: “Corantioquia y Cornare presentaron un Plan de Manejo Ambiental y no fue concertado ni socializado con la comunidad, lo presentaron de manera que se viera muy atractivo y después de que fue aprobado por el Ministerio es que la comunidad lo conoció”.
Dura lex sed lex
Ante ésta situación, el coordinador territorial de la Casa de Gobierno de Santa Elena, Juan Jairo Monsalve, anota que “se ha tratado de hacerlos partícipes de las decisiones, puesto que las leyes se socializan y se hacen cumplir, ninguna entidad municipal podrá contradecirla”.
“El Municipio no actúa por su cuenta, si bien, en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) en el Parque Arví determina el uso del territorio y sus restricciones, éste viene atado a las normas vigentes de Corantioquia como autoridad ambiental y ésta, a su vez, va de la mano con las estipuladas por el Ministerio de Medio Ambiente”.
La comunidad cuenta
Vender sus predios es la solución que han encontrado los habitantes, asegura Grajales, pues “la reserva de protección es en el norte del corregimiento, las restricciones están allí. Los del sur pueden hacer las viviendas hasta de cien metros cuadrados. Eso significa vender las fincas y desplazarse esa zona”.
Por otra parte, la inseguridad y el desempleo son problemáticas relevantes con la llegada de turistas al Parque Arví, explica María Lucía Rojas, vendedora de la vereda Mazo: “hay muchas tensiones, pues así como vienen personas buenas, así mismo vendrán malos y éste es un sitio muy tranquilo”.
Mientras tanto, la asignación de policías y la instalación de puestos de seguridad en el Parque buscan disminuir esta preocupación: “ya hay presencia institucional, pues la gente se metía a las casas de los habitantes, ahora se está procurando que se haga uso de los espacios y respeten los predios privados”, asegura la ingeniera ambiental de la Corporación Parque Regional Ecoturístico Arví, Carolina Gómez.
Pero la afluencia de turistas, en crecimiento, hará difícil vigilar las actividades de las personas y proteger a la reserva y a sus habitantes, teniendo en cuenta que el Parque Arví tendrá seis núcleos en sus 1.771 hectáreas”.
El Director de Gestión Ambiental señala que otra medida son “las porterías, que según la Corporación, han puesto como una solución, para hacer el censo diario de personas que ingresan al parque y de esta manera tratar de contrarrestar impactos en contra del ambiente y la preservación de la comunidad”.
Sin embargo, Neila Rodríguez, miembro de la asociación mutual de la vereda Mazo, dice que muchos de los habitantes tienen entre 50 y 60 años para iniciar el proceso de capacitación y trabajar como guías.
Raíces de la comunidad
En la vereda Mazo nace el corregimiento de Santa Elena y su riqueza cultural e histórica de asentamiento indígenas y caminos prehistóricos del oriente antioqueño y Medellín, razón para ser una zona estratégica para la creación de un proyecto como Parque Arví, afirma Julián David Zuluaga.
“Es un lugar con una característica determinante: su arraigo por las tradiciones, de ahí, que sea de mayor impacto las transformaciones paisajísticas y ambientales que han venido sufriendo”, comenta el investigador.
La corporación está participando de una mesa de desarrollo local organizada por la veredas Mazo y Piedras Blancas. Carolina Gómez explica que “es un proceso reciente de concertación donde todos están participando y pueden hacer parte del parque”.
El funcionario de secretaría de Medio Ambiente concluye que “cualquier tipo de desarrollo frente a una comunidad trae unos impactos, es decir, hacer una regulación a un territorio, modificaciones o reconstrucción, distinto a como viene tradicional y empíricamente funcionando cambia y causa un efecto sobre la comunidad”.
Pero el parque es un hecho, según Julián Zuluaga: “Colombia no puede ser ajena a las regulaciones ambientales internacionales, y se presenta la dualidad, de los asentamientos urbanos en ese límite de zona protegida. Se necesita una negociación sobre cómo hacer para no retirarles los derechos patrimoniales y ambientales porque la idea no es desterrarlos”.
En consecuencia, las socializaciones y encuentros entre la corporación y los habitantes continúan, así como las construcciones que se espera terminen a finales de 2011. Mientras tanto, José Leonardo le dice: “bienvenido Parque Arví, pero con la comunidad adentro”.