En Colombia los religiosos terciarios capuchinos reciben a diario en sus nueve casas de reeducación entre uno o tres menores de edad, enviados por un juez de familia para cumplir allí una sanción disciplinaria. Los consagrados se entregan todos los días con el objetivo de reeducar a los adolescentes simplemente por amor. Cada día, cerca de 2000 menores infractores, entre los 12 y los 18 años, tienen una nueva oportunidad para resocializarse.
Comienza la jornada a las 6 a. m. en el Centro de Atención al Joven Carlos Lleras Restrepo de Medellín. Veo la llegada de un menor al centro y al juzgar por su mala cara y la manera de caminar sé que no entró con la mejor actitud, aún así lo recibe con los brazos abiertos Pedro Antonio Murillo Salazar, uno de los siete frailes del lugar, quien lo invita a seguir sus pasos para un recorrido por todo el lugar.
El padre Sandro Aníbal Castaño de la comunidad religiosa terciarios capuchinos (T.C), actualmente director del programa de Teología y Filosofía de la Universidad Católica Luis Amigó sede Medellín, es un hombre carismático, de estatura baja, cabello corto, bien peinado, y ojos brillantes de color oscuro. Él recuerda muy bien sus días en estos hogares como terapeuta de los menores. Conmemora los días allá y los cientos de adolescentes que marcaron su vida, no le fue fácil tratarlos porque todos eran distintos, sin embargo él les daba el mismo amor. Por motivos ajenos a su voluntad terminó su labor allí en 2014 y su descripción de los centros no es muy distinta a lo que son ahora: «entre paredes grises y miradas poco cálidas los menores piden ayuda a gritos, cargan con un pasado que desean olvidar y para ayudarlos están los religiosos en los centros».
En los últimos siete años han sido capturados 171.000 menores de edad. Según cifras de la Policía Nacional a finales de 2016 eran capturados a diario 57 muchachos, la mayoría con edades entre los 15 y los 17 años. A la fecha se desconoce si estas cifras se han reducido o incrementado.
Son las 12:00 m. han pasado seis horas desde la llegada del adolescente al centro. Ya conoce el lugar y a algunos de los otros menores de su dormitorio. En este momento del día el sol arde y el calor dentro de los trajes religiosos se concentra. Pero, por amor a su misión, este pareciera no incomodarles. El fraile Pedro habla con joven recién llegado, le pregunta por su pasado, por su familia y sus amigos. Todo esto con el fin de volverse más cercano a él. La actitud de los adolescentes al iniciar su proceso no es la mejor. Ser alejados de sus familias y privados de la libertad son las causas que más disgustan a los menores, sin embargo el religioso sigue intentando generar empatía. Historias van y vienen en medio de esa conversación, consejos y algunas palabras de motivación son sus herramientas para romper el hielo entre los dos.
El Pbro. Sandro Aníbal comenta que “el amor lo puede todo”. Para él, como para los demás religiosos T.C., el servir es amar y ellos están amando sirviendo. La predisposición y los malos hábitos de los adolescentes al llegar hacen de esta labor toda una batalla. Solo con «mano dura pero con guante de seda» la logran ganar y así cumplir su misión: «devolverlos al camino» como lo afirma el presbítero.
Gerardo es un hombre de aproximadamente 35 años, quien solicitó por motivos personales ocultarle el nombre verdadero. Él tiene poco cabello, una mirada cálida, una sonrisa gigante y una estatura promedio. Por algunos errores cometidos en su adolescencia llegó a una de las casas de reeducación administradas por estos religiosos. Años después, este hombre se cruza en mi camino en un hogar de trabajo en Medellín, y comenzamos un intercambio de palabras sobre su proceso y el tiempo que estuvo aprehendido, en un momento de la conversación su voz quiebra, se le dificulta hablar y mirando al cielo, luego directo a mis ojos deja escapar una humilde sonrisa y dice:
“Mi proceso fue difícil. Acoplarse, verse lejos de la familia y hasta rechazado te hacen sentir en ocasiones hasta sin fuerzas para seguir. Pero de cierto modo el proceso dentro de la onda de los terciarios capuchinos busca ir más allá de que nosotros paguemos por medio de la resocialización. Ellos te alientan a seguir”.
Hoy en día Gerardo, no siendo religioso, es Coordinador académico y pedagógico en una de las casas de reeducación de la comunidad. Posee un pregrado en psicología y afirma que si es posible seguirá su formación académica.
6:30 p. m. durante la tarde el menor estuvo recibiendo indicaciones sobre lugar, sobre su comportamiento y su próxima vida académica en el centro. Ya el calor ha bajado un poco y la luna se puede observar en el cielo, aun así, no es de noche todavía. En el transcurso del día el adolescente nunca estuvo solo y ahora se ve con más confianza. Ya deja escapar una que otra sonrisa al hablar. Su acompañante fatigado, aporreado por el sol y cansado por la falta de sueño está por terminar un día más de servicio. Se puede ver la alegría en su rostro luego de darle la mano al menor.
Los religiosos T.C en «La Pola» tienen un lema: Amor, reeducación y sabiduría al servicio de la construcción social. Esto resume su labor y su misión. Allí sirven a la construcción social por medio del amor. El Padre Sandro Aníbal lo explica mejor: “entre el joven sea más difícil de tratar, la posibilidad de amar es mayor. Amar es servir y ver a un joven bien al final de su proceso significa deber cumplido allí el servicio se convierte en nuestra felicidad”.
9:00 p. m. el joven fue enviado a su dormitorio. Allí lo cuidarán otras personas. El fray se retira a su habitación, tiene una nueva misión: un nuevo joven que salvar, un nuevo reto por conquistar. Reposa su cabeza en la almohada y recuerda la distinguida frase dentro de los terciarios capuchinos “un joven que se educa es una generación que se salva”, se sonríe y se duerme amando a esa persona que conoció hace unas horas atrás. No necesita una remuneración monetaria para levantarse en la mañana siguiente, por que el amor misericordioso es el impulso de cada día según fray Fedilse Frias Julio, religioso T.C.
Finalmente Fray Luis Amigó padre fundador de la comunidad religiosa dejó como parte de su legado unas palabras fundamentales para los religiosos «es mejor desgastarse por los demás que oxidarse por uno mismo«, con esta los alienta a continuar su labor y a creer día a día en la reeduación de los menores.