Por: Érica Yasmín Zapata Vásquez
Correo: eryzapata@gmail.com
Ella salió en la televisión por primera vez, pero no precisamente por haber ganado su primera carrera, sino porque su dueño, junto con tres hombres la estaba golpeando fuertemente contra un poste de luz al ella resistirse a llevar en su espalda 250 Kilos de madera.
Desde que tenía ocho años su trabajo era cargar escombros, residuos y otros materiales en lugares como Belén, San Javier, Belencito Corazón, El Socorro y la Iguaná, sitios en los cuales se hizo las catorce ampollas que tenía en sus patas y los dos agujeros que lucía en su estómago.
“Parecía una bolsa de remiendos”, dice Blanca Nelly, vecina del lugar donde habitaba Juliana, una yegua que recibió más golpes de los que se merecía en la vida, solo por ser un caballo “güelengue”, como en Medellín llaman a los equinos que solo sirven para arrastrar una carretilla.
La mañana que por un canal nacional mostraron un video donde se veía a tres hombres pegándole puños y golpeándola con una varilla, Juliana pudo haber pensado que sería el final de la vida que llevaba, pero no fue así, porque las autoridades dejaron al animal con su dueño a cambio de que él no la volviera a maltratar.
Una semana después del hecho, la yegua fue abusada sexualmente por su dueño y fue tan grave el daño que le ocasionó, que Juliana no era capaz de levantarse y, por eso, él decidió abandonarla seguro de que las autoridades investigarían lo que había pasado con el animal si se quedaba con ella.
La yegua fue encontrada por una mujer que decidió llevarla a la Secretaría de Medio Ambiente y allí ella, junto con otros caballos,estaba en el grupo de equinos del proyecto “Sustitución de vehículos de tracción animal y desarrollo de alternativas socioeconómicas a la población de cocheros que operaban en Medellín”.
Esta idea fue desarrollada con respaldo de la ley 769 del 6 de agosto de 2002, que habla del código Nacional del Tránsito Terrestre,en el que se prohíbe el tránsito urbano de animales como vehículos de carga. Medellín fue la primera ciudad del país en dar cumplimiento a esta norma y sacar las carretillas de las vías, según afirma el periódico virtual Las Dos Orillas.
Juliana fue revisada por un veterinario quien suturó las heridas que tenía, la alimentó, la bañó y por último la vacunó. Su espalda ya no era usada para cargar madera, sino para lucir un delantal rojo que decía caballos retirados.
Nadie se enteró de quien era el dueño de la yegua, y la única vez que a él se le vio fue reclamando siete millones de pesos como plantel para reemplazar su carretilla por un motocarro, pero eso lo hizo llevando otro de los caballos que él tenía.
Mientras este proyecto se realizaba, Ángel Jaramillo Bedoya y su esposa Bibiana Muñoz preparaban el papeleo para que les permitieran adoptar a un grupo de caballos.
– Se demoraron aproximadamente tres meses para decirnos si éramos aptos para la adopción. La Secretaría de Medio Ambiente nos visitó unas cuatro veces y el 20 de diciembre del 2013 nos llamaron para decirnos que sí.
Ángel vivía en Santa Elena, corregimiento de Barro Blanco, en una finca donde se le podría brindar a cualquier caballo la libertad que se merecía después de llevar más de seis años usado como una máquina de carga.
Juliana llegó a la finca Los Ángeles, llamada así en honor a su dueño, junto con El Chavo, otro caballo que estaba en peores condiciones que ella, porque se encontraba desnutrido y le faltaba un ojo.
Natalia Tobón, directora del proyecto Pegaso, contó a los nuevos adoptantes que El Chavo perdió el ojo el día que se resistió a pasar por un camino que estaba rodeado de alambre de púas y su dueño decidió empujarlo y ahí sucedió el accidente.
Juliana y El Chavo fueron ubicados en un potrero que Ángel y Bibiana hicieron para ellos, con el espacio necesario para que ellos pasaran el resto de su jubilación.
Lo que nadie sabía era que la yegua estaba embarazada y una vez los adoptantes se enteraron, prepararon todo para el día del parto. El Chavo acompañó a Juliana durante todo ese proceso, porque él se sentía el padre del potrillo.
Belisario fue el nombre que esta familia le dio al nuevo caballo. Tres meses después, El Chavo murió, porque no aguantó el cáncer de estómago que le descubrieron después de ser adoptado.
La yegua se enfermó y Ángel Invirtió mucho dinero en vitaminas para que ella se curara y siguiera cuidando a su hijo Belisario, quien se la pasaba solo, porque su madre fue llevada al veterinario porque el no comer le causó una ulcera en el estómago.
Mientras Ángel me mostraba a Belisario y el lugar donde dormía, vi una yegua negra, desnutrida y con un gran tumor en su estómago por lo que decidí preguntarle quién era ella.
-Mija, esa yegua se llama Andrea, lo sabemos porque su nombre lo tiene marcado en una de sus patas. Es de un señor que vive en la vereda El Rosario, acá en Santa Elena. Ella siempre se viene caminando una hora y media hasta acá acompañada de un perro café que la trae arrastrada del lazo.
El perro estaba al lado de ella, “parece que él quiere que Andrea no sea más maltratada”, afirma Ángel, mientras sus ojos se llenan de lágrimas, porque sabe que el dueño en pocas horas vendrá por ella y la obligará a caminar durante varias horas cargando bultos de cemento y madera, lo que le ha ocasionado ese tumor que cada vez está peor.
Ángel Jaramillo cuenta que todos los días la yegua llega acompañada del perro y se queda todo el rato al lado de Belisario. “Creo que son novios”, dice con alegría, además afirma que cada vez que él le lleva comida a los dos, el animal le da la suya a Andrea.
Desde que Juliana se enfermó la única compañía de Belisario ha sido Andrea, pero parece que eso será por poco tiempo, porque el tumor que la yegua tiene, si no es operado a tiempo, lo más seguro es que le cause la muerte.
– Yo he hablado con el dueño de Andrea y le dije que me la vendiera que yo la operaba, pero él dice que no, que esa yegua lo trae a su casa cuando se emborracha y que es muy buena para cargar los bultos de cemento que utiliza para hacer casas. Entonces ahí se ahorra el dinero que le debería pagar a cualquier oficial que se los cargara.
Juliana se recuperó de la úlcera que tenía y fue traída nuevamente a casa donde ahora acompaña a su hijo. Los dos reciben el amor que Ángel y Bibiana les brindan a ellos y a otros animales que han adoptado.
El perro color café y desnutrido llegó el 2 de octubre de este año solo, lo único que traía en su boca era la cuerda con la que arrastraba a Andrea. Ángel fue a buscarla y lo único que encontró fue un bulto de cemento y al lado a la yegua muerta. Al parecer después de morir su dueño la había dejado libre.