De Caturros y Borbones a cartones y profesiones
Por: Paola Andrea Medina Torres
A principios del siglo XX con la colonización antioqueña, Sopetrán, un pueblo ubicado al occidente de Antioquia, se llenó de Caturros, Borbones, variedades Colombia, Tabis y Pajaritos, generando durante más de 111 años ingresos económicos, aportándole al municipio las bases de progreso y desarrollo que sus habitantes imaginaron alcanzar alguna vez.
Esa semilla del cafeto, como de un centímetro de largo, de color amarillento verdoso, convexa por una parte y, por la otra, plana y con un surco longitudinal, según lo define la Real Academia Española, se fue convirtiendo poco a poco en uno de los principales productos de la economía colombiana, de Antioquia y de Sopetrán, tanto así que los paisajes del municipio eran universos infinitos de colores verdes desvanecidos a amarillos, terminando en los frutos rojos del café.
El proceso de siembra, cultivo, procesamiento, empacado y venta, fue generando en los caficultores sopetraneros un sentido de pertenencia, queriendo a sus cafetales como un tesoro, que aunque no contenía oro, si contenía los sueños, las ilusiones, la economía y los valores que querían transmitir a las próximas generaciones. Así pues, el café pasó de ser algo meramente rentable a la posibilidad de obtener un mejor futuro que aunque no los sacará de pobres, si podrá mejorar sus condiciones de vida.
Cultura, tradición y rutinas agradables
Para Humberto Medina Torres “Kimby”, como popularmente le dicen, caficultor desde hace 40 años, el café es algo más que un sustento económico. Es cultura, tradición y un poco de rutina, pero agradable, porque es lo que hace todos los días, cultivar el arábigo. Aunque es envigadeño de nacimiento, es sopetranero de convicción, cafetero de corazón y montañero por pasión, pues, según él, la ciudad no le habría dado lo que esas cordilleras han puesto en su vida.
Al igual que “Kimby”, Mauro Muñoz Torres “Coco” piensa que es por este producto que puede mejorar su vivienda, suplir las necesidades básicas de la familia y ofrecerles educación a los hijos, ayudándolos a salir de algunas realidades negras y amargas como el tinto.
A pesar de las bajas y altas que ha tenido el café, “Kimby y Coco” no dejan caer sus cultivos, no se doblegan ante nada y menos ante la temible broca, pues algo que han aprendido, y que este fruto les ha enseñado, es que sólo por medio de la educación se puede hacer un verdadero “re re” a la pobreza.
Un Fondo cafetero con miras a la educación superior
Jorge Alberto Giraldo García, Gerente de la Cooperativa de Caficultores del Occidente de Antioquia (COOPEOCCIDENTE), argumenta que en la empresa se ha creado un fondo cafetero que, desde hace cuatro años, incluye en los beneficios para el caficultor asociado, auxilios o becas para que los hijos de éstos puedan acceder a la educación superior.
Al vender café o al comprar abono para sus fincas en la federación, como es conocida la Cooperativa en el municipio, Diana Lucía Quiñonez Bedoya, Promotora Social de ésta, les recuerda a los caficultores que deberían aprovechar los beneficios que tienen al ser socios activos de la empresa y, aunque a muchos campesinos poco les interesa el tema educativo, para los caficultores es un privilegio que sus hijos obtengan el único cupo que se ofrece anualmente para la zona.
Proyectos como estos fueron aprovechados por “Kimby”, pues considera que la educación tiene mucho significado al decir que es “un convencido de toda la vida que solamente a través del estudio se puede hablar de calidad y de disminución de pobreza logrando por medio del conocimiento un cambio en las personas, haciéndolos mejores seres humanos y en el caso de mi hijo, permitiéndole que se pueda mover en el mundo”.
Aunque el fondo fue creado con la finalidad de ofrecerle un beneficio más al caficultor, detrás de esto hay un interés económico, pues uno de los compromisos que adquiere el asociado es que toda su producción de café sea vendida exclusivamente a la Cooperativa, manteniéndose activo, generando ingresos y utilidades a la empresa para que otros puedan disfrutar de los fondos cafeteros educativos.
Sueños con aroma a café
La posibilidad de estudiar Administración de empresas era para Andrea Grajales Medina casi una utopía, ni en sueños imaginó que sus padres le podrían dar una posibilidad de educación superior diferente a la de siempre, ser profesora, y aunque eso no le gustaba sabía que por medio del magisterio podría dejar de ser una profesional frustrada.
Andrea siempre vio al café como un sustento económico, pero al convertirse éste en la posibilidad de estudiar lo que quería, empezó a mirar al arábigo de forma parecida que su papá, convirtiéndose en algo más que la plata de los pasajes, ahora era desarrollo, progreso y realidad.
A sus 23 años dice que le gustaría hacer grandes cambios en el municipio, eso sí sin estar viviendo allá, sólo aportaría las ideas, pues considera que volver es un retroceso en sus planes y en su vida, no ama tanto al pueblo como su padre, pero sabe que sus sueños ahora son con aroma de café.
Al contrario de Andrea, Iver Igancio Pulgarín Arias si quiere regresar a Sopetrán, quiere retribuirle a su tierra natal los conocimientos que adquirió fuera de él, ayudándole a toda la gente campesina a mejorar sus cafetales, a emplear técnicas amigables con el ambiente y a ser generadoras de calidad.
Mucha variedad, poca producción
José Wilmar Villa Guerra, Alcalde de Sopetrán, cuenta que aunque la oferta educativa del municipio es relativamente amplia, los jóvenes aún siguen desplazándose a Medellín para buscar mejores oportunidades laborales, impidiendo el crecimiento económico y social en éste, que hasta el momento no ha crecido en nada.
Así como a principios del siglo XX, Sopetrán se llenó de variedades de café ahora sólo se producen unas pocas, mercantilizándose unas e invirtiendo otras, y aunque están llenos de variedad Colombia y caturro, sus mejores cafetales los están cultivando en Eafit, Universidad Pontificia Bolivariana UPB, Fundación Universitaria Luis Amigó FUNLAM, etc, en las cuales les hacen un buen control de calidad y un gran “re re” a la pobreza.