Jovan se sintió cautivo legalmente cuando fue el servicio militar. La ONU dice que no querer empuñar las armas del Estado es un derecho. Unos sueñan con las charreteras y otros con las carreteras. Para eso existe un movimiento de objetores de conciencia.

                                      

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Nacieron para la guerra

Delante de sus compañeros de clase, Johnny Arango arrugó y botó el papel de la citación a presentarse a las jornadas de reclutamiento para prestar servicio militar obligatorio, que le hizo la IV Brigada del Ejército de Colombia.

A Johnny lo marcó la violencia desde niño, cuando en el barrio El Bosque, ubicado en el norte de Medellín presenció muchos asesinatos. Al frente de su casa, en la quebrada, era común ver cinco o seis muertos casi a diario. “Desde pequeño tuve miedo a las armas y a ver gente armada, luego sentí un rechazo y no quería que siguiera pasando”, recuerda.

Jovan Vanegas caminaba por la estación Estadio del Metro de Medellín cuando cayó en una de las batidas realizadas por el Ejército, decomisaron su cédula y luego, junto con otros jóvenes en camiones los llevaron al batallón Pedro Nel Ospina, en Bello: “allá amanecimos y al otro día nos hicieron los exámenes. A unos nos dejaron, a otros les dijeron que no servían. Los que quedamos nos dimos al dolor de estar allá, resignados al servicio militar. Después, tocó cumplir con las obligaciones”, dice.

Jovan no se resistió y del servicio militar opina que es como estar secuestrado pero legalmente.

Defender la patria

El coronel del Ejército Luis Leonel Bernal afirma que “el servicio militar es la estructura misma del Estado donde se levanta la defensa de la soberanía, la independencia nacional, la integridad del territorio nacional y el orden constitucional”. Esa es la razón por la cual el artículo 217 de la Constitución ordena que “todos los colombianos estamos obligados a tomar las armas cuando nos necesiten”, afirma el militar y que por mandato constitucional, todos sin excepción están obligados a empuñar las armas.

“Se ve claro y diáfano: no hay objeción de conciencia porque los jóvenes prestan servicio a la patria para conocerla, quererla y defenderla. La objeción de conciencia debe abolirse”, afirma en tono categórico.

El sociólogo Zygmunt Bauman en el libro Vida líquida explica que “lo que escasea en estos días no son sólo personas que anhelen morir por algo o por alguien, o que estén dispuestas a hacerlo cuando se los impulsa a ello o se les pida que lo hagan. En nuestra parte del mundo nos resulta difícil comprender por qué hay personas en otras latitudes que pueden sacrificar sus vidas por una causa”.

El mismo autor agrega que mientras avanza el consumismo en la sociedad, “los mártires y los héroes se hallan en franca retirada” y únicamente encuentran refugio en los pueblos que desean estar en guerra a toda costa y que ya la tienen perdida.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) a propósito de la objeción de conciencia afirma que “tanto el Comité de Derechos Humanos como la Comisión de Derechos Humanos han reconocido el derecho a la objeción de conciencia al servicio militar como parte de la libertad de pensamiento, conciencia y religión consagrada en el Artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”.

Postura política

Antes de cursar el grado once ya estaba preocupado por su situación militar; “a los 16 decidí que no iba a prestar servicio, pensaba que no quería empuñar un arma y mi mamá me apoyó”, recuerda Johnny y añade que su primera lucha por esta posición la vivió en su colegio donde la coordinadora lo amenazó con no dejarlo graduar si no se presentaba al reclutamiento.

“En el colegio tuve muchas peleas, los compañeros me llamaban guerrillero, otros me decían gay, marica y cosas así”, dice.

En 2002, Johnny, se declaró objetor de conciencia en la Red Juvenil de Medellín, una organización de carácter social y político que trabaja por el empoderamiento juvenil y la resistencia a la guerra desde la Noviolencia Activa como principio filosófico y proyecto de vida.

                                                      

Adrián Restrepo, en el libro Jóvenes y antimilitarismo en Medellín, plantea que a través de la objeción de conciencia se despliegan y escenifican los nuevos sentidos de la política en el sentido que emigran a “nuevos nichos de actividad y ponen en escena otras formas de protesta, retirada y compromiso político”.

“Hacerse objetor por conciencia es una postura política porque es desobedecer lo que el Estado impone, además es una cuestión filosófica del individuo”, comenta Orlando Peña, activista de la Red Juvenil. “Prestar servicio militar no debe ser una opción para la sociedad, no se puede seguir educando a los jóvenes para la violencia y que se siga escogiendo la eliminación como una forma de defender el país”, agrega.

Otras voces

Andrés Felipe Zapata, guía ciudadano, de 24 años, dice que no presta servicio militar “porque es una guerra de ellos que pagamos nosotros los pobres y soy consciente de que la guerra no nos va a llevar a nada”.

Además, piensa que estar en el Ejército es una oportunidad menos que tienen los jóvenes para estudiar y argumenta manifestando que “al Estado le importa que nos embrutezcamos más. Si usted piensa es un problema para ellos, entre más ignorante seas, más fácil te pueden manipular”.

Juan Manuel Obando, estudiante de ingeniería de la Universidad Nacional, piensa que la guerra es el mejor negocio para el Estado, por lo tanto, el Ejército no está al servicio del pueblo: “al ejército va la gente que le toca, que no tiene educación ni salud. A nadie obligan a ir a estudiar pero si a coger un fusil”.

Movilizarse por la conciencia

En 2002, la Red Juvenil hizo algunas acciones de movilización en la zona de reclutamiento, la primera fue el 20 de julio, mientras que el Ejército mostraba sus armas y marchaba por la independencia frente a 30 mil jóvenes de los colegios de Medellín, en las afueras, Johnny hacía activismo por el rechazo al servicio militar obligatorio.

A finales de ese año, en otra de las jornadas, los objetores asistieron: “nos metimos en las filas como si fuéramos a ir al ejército, una amiga que se hizo pasar por mi novia, otro fue con la mamá, otro con los primos, hablábamos de que no nos queríamos ir, la idea era que todos escucharan. Mi amiga me decía: amor no se vaya a matar gente, respondíamos preguntas que sabíamos que el del lado también las podía tener y los sensibilizábamos así. Al final decíamos: no yo no me voy y nos salíamos de las filas, era algo simbólico”, recuerda Johnny.

Johnny está convencido de que no quiere hacer parte de la guerra, y que una forma de ir acabando con ella es negarse, no sólo al abstenerse de ir al Ejército legal sino a los ilegales: «no quiero enlistarme en ningún ejército y eso va para todos. La filosofía de la Red es que nos negamos a participar en cualquiera de ellos, precisamente porque creemos que la salida a la guerra no debe ser por medio de las armas”, afirma, porque para Johnny la objeción es un estilo de vida.

   

“El camino sigue porque las alternativas nunca se acaban, no querer ir a la guerra  no es fácil porque nadie nos ha dado otras opciones”, indica.

Un objetor de conciencia no sólo se queda en la negación sino que construye un camino y nosotros sabemos que no vamos a cambiar el mundo, ojalá pudiéramos, pero al menos hemos logrado cambiar nuestros mundos, lo que nos rodea, lo que queremos y eso es lo más importante”.

La aspiración de esta opción política no termina con sacar a sus simpatizantes de las filas mediante acciones legales si no lograr que para sus vidas, en plena adolescencia, haya un proyecto vital distinto de las armas, tal como lo supieron, antes y después, Jovan y Johnny

Situación jurídica de los objetores

Juan David Casas, abogado de la Universidad de Antioquia, es quien brinda asesoría jurídica a las personas que se acercan a la Red para solucionar su situación militar.

“Hasta el 2004 la Corte Constitucional no reconoció la objeción de conciencia. En la última sentencia se reconoció como un derecho, incluido dentro del artículo 18 que es la libertad de conciencia”, explica Juan David.

Al congreso se le exigió profundizar en el tema de los jóvenes que por convicciones religiosas, morales o filosóficas, se nieguen a prestar servicio militar. “A algunos jóvenes los desacuartelaban por sus convicciones religiosas, sobre todo los testigos de Jehová, pero nunca se presentó el debate frente el asunto ético filosófico y político, este último no se ha reconocido”, agrega.

La Red Juvenil asesora jurídicamente a los jóvenes desde 1998. “Hay quienes  necesitan tener la libreta militar; a otros, no les interesa, porque han asumido que la objeción es una opción de vida y una ruptura con un modelo militarista y que pagar por la libreta implica legitimar el modelo militar”, añade.

“Las fuerzas militares dicen que la objeción no es un derecho reconocido y por lo tanto no van a aceptar en el joven dicha condición. Toca presentar tutelas para desacuartelar a los objetores”.
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