Los jóvenes de la Comuna 2 encuentran una forma de pensamiento, aprenden a opinar, a  hablar de temas políticos, culturales y sociales por medio de las artes, la música y la escritura. El teatro es más que un disfraz y un personaje… es una experiencia de vida.

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Vestida de azul, con el rostro pintado, colorido y sin poder descifrar con exactitud lo que revela su rostro, Verónica Echavarría se prepara para la inauguración del XV Encuentro de Teatro Joven, en una comparsa por las calles del barrio Santa Cruz, al nororiente de Medellín.

Esta joven de 17 años, que siempre había soñado con hacer teatro, inició su aventura cuando “estaba en el colegio y de la Corporación Nuestra Gente fueron a presentar un proyecto artístico. Entonces, ingresé a la corporación con Inés Gil, quien nos dirigía en ese tiempo”, recuerda y exhibe una sonrisa tímida y nerviosa.

De esta manera comienza la mayoría de los jóvenes que integran los grupos de trabajo que ofrece la Corporación Cultural Nuestra Gente, de la Comuna 2 Santa Cruz.

Algunos de estos jóvenes se interesan cuando ven las puestas en escena y descubren que el teatro es más que un disfraz y que un personaje… Es una experiencia de vida que pocos tienen la virtud para arriesgarse a interpretar algo diferente, ser vistos y juzgados por sus vecinos, pero siempre con una mirada de asombro.

Más que personajes, personas

Mónica Samudio Valencia tiene 20 años y hace parte del grupo de Teatro Ajedrez. Ella como otros jóvenes que hacen parte de otros grupos teatrales de esta comuna, está hoy para acompañar a Nuestra Gente.
“Es que uno no hace teatro para aprenderse un texto, para actuar en unas tablas, sino para la vida, para ser un mejor ser humano. Entonces, coincidimos en eso con Nuestra Gente”, dice, también un poco nerviosa  porque ya va a comenzar la comparsa.

Verónica coincide con otros jóvenes de la comunidad en talleres  de escritura y de fotografía, pero ha sido el teatro donde más se ha destacado. Acepta que los papás le dicen que tiene mucho talento, “que me presente a Protagonistas de novela, pero yo no me presento a eso porque pienso que es para gente sin mente. Me parece que el teatro es un medio transformador”, dice muy convencida de lo que le gusta.

                                                 

Así, con estas palabras, está lista para salir esta tarde de noviembre cuando se celebra uno de los encuentros culturales más esperados por los habitantes de la comuna.

El encuentro nacional de Teatro Joven Comunitario se inicio en 1996 con el nombre de “construyendo artistas para la vida”. “Es un encuentro de hermanos que trabajan para gozarse la vida, amarla y soñarla”, dice Gisela Echavarría, de la Corporación Nuestra Gente.

Una historia de décadas

La Casa Amarilla, como la conocen en Medellín, fue fundada en 1987. En sus 23 años de trabajo con la comunidad, comenzó por ser un grupo de jóvenes de parroquia que se reunían para trabajar en distintas ramas del arte y de trabajo social para ayudar al barrio, recuerda Marta Echavarría, la representante legal de la Corporación.

Ellos quisieron ser la biblioteca del barrio, ayudarles a los niños y a los jóvenes a que tuvieran un espacio donde habitar, reír y soñar.

La Corporación se ha convertido en algo más que eso. Verónica dice que es un lugar donde se puede expresar libremente, donde les enseñan muchas cosas para tener bases y ser buenas personas, es un lugar donde se puede hacer algo maravilloso del arte y hacer teatro. El teatro popular, es el enfoque al que le dan mayor fuerza los docentes de Nuestra Gente y que es por lo cual los jóvenes de la Comuna 2, se sienten atraídos.

El teatro “ayuda a desarrollar la creatividad y es una alternativa que expresa la identidad de los estudiantes de colegios y escuelas, de los universitarios, en barrios, comunas y otras formas de comunidad, con el propósito de participación pública en la vida ciudadana, abriendo espacios a la imaginación y comunicándose con un público popular”, afirma el libro “Teatro juvenil”, de Heladio Moreno y que hace énfasis en la labor que se cumple en esta entidad.

Escuelas sin paredes

Los jóvenes de esta comuna, que está compuesta por once barrios y que la convierten en la más  densamente poblada de la ciudad, reciben una educación cultural apoyada por los proyectos de participación ciudadana que tiene la Alcaldía de Medellín.

“Los educan para que sean un buen ejemplo de mostrar a la sociedad y que puedan trasmitirle algo bueno a la vida y ser personas de bien”, dice la cartilla Bitácora de un sueño, de la Comuna 2.

“Nuestra Gente comparte con la comunidad el Proyecto Educativo Escuelas Sin Paredes, apoyado por presupuesto participativo y que beneficia a los alumnos de algunas instituciones cercanas como: República de Honduras, Ciro Mendía, Pablo Neruda y La Rosa”, dice Gabriel Avalos, docente de planta de la Corporación Cultural.

                           

Este proyecto consiste en sacar a los niños de la institución, de las aulas, para realizar actividades artísticas, lúdicas, culturales que mejoren el ambiente escolar del estudiante”, dice la profesora Gladis Cadavid, del colegio Pablo Neruda.

Diana Patricia Gutiérrez es su profesora de arte dramático y confirma que “ha sido una experiencia fuerte en desaprender para aprender las estrategias metodológicas y pedagógicas; para tener con ellos otras acciones que les va a permitir el manejo de lo espacial, el desarrollo de la inteligencia emocional, en cómo manejar esos malos comportamientos, las rabias, pero también el afecto como lo potencian, cómo despiertan la atención, la creatividad y cómo, desde el teatro y otras áreas, hacen posible que los acompañamientos en lectoescritura, artes y demás se den con este grupo infantil”.

Cambiando Realidades

Estos jóvenes educados con el arte piensan que el teatro tiene muchas formas para trasformar y hacer cambiar las cosas que los afectan en la actualidad y es una base que transforma mundos, dice Mónica Samudio, una joven que también comparte las ideas de Nuestra Gente al igual que el Teatro Ajedrez al que pertenece y que la corporación adoptó como grupo base en sus presentaciones.

El teatro aparece como una herramienta necesaria para conservar la memoria y denunciar estas diferencias, la guerra, la explotación y la violencia. No es formar a partir  de unos actores sino formar a personas que sean artistas para la vida, no actores para la escena, dice Gabriel Avalos.

Esto no lo hace el teatro: “lo que hacemos es propiciar un espacio para encontrarse con otras personas de una forma diferente a como lo hacemos en la escuela o en la familia. Tenemos una casa donde puedes soñar, proponer cosas, eres escuchado, donde te preguntan ¿cómo estás? Tener un profesor al que le tienes confianza; yo creo que eso genera otras cosas a nivel educativo, diferentes a la escuela o la familia”, afirma Mónica, muy segura de su segunda casa.

Arte para la vida

Mónica Rojas, participante del proyecto Forma2 en el arte, dice que su lema es construir artistas para la vida: “en esa lógica no somos una academia de teatro donde los jóvenes van a aprender solo la técnica, sino que hay un énfasis en reflexionar y preguntarse por la vida y por lo que pasa en el entorno”.

Entonces “construir artistas para la vida es construir seres más alegres, con capacidad de toma de decisiones, que se piense, que sueñen, que hagan cosas diferentes”.

Mónica además de ser docente, cree profundamente lo que se profesa durante este proceso de formación, ya que ella al igual que otros profesores, que hoy enseñan valores a los jóvenes de la comuna por medio del teatro, hizo parte de sus procesos educativos.

Mónica resalta el texto “In concierto”, que es del titiritero cubano Rolando Hernández Jaime,. El escribe este texto para el grupo de Nuestra Gente basado en otros textos de Leo Masliah, preludio para andantes, del Teatro Experimental de Cali (Tecal). Pero también tienen repertorio que incluye autores como Fidel Galván y de los fundadores hay otras obras como; “La Granja” y “Cirilo y La Guacamaya”.

                         

Estas obras guardan un claro mensaje, puede ser político o social. “Las obras hablan de algo que nos inquieta como grupo y que vemos necesario hablar dentro de la comunidad, por ejemplo en la gata y el ratón se habla de la necesidad de estudiar, sobre la necesidad de saber leer, escribir, de ir a la escuela; en Cirilo y La Guacamaya, hablamos del maltrato infantil; en La Granja, es una preocupación sobre la convivencia y esas cosas cotidianas. Hablamos de temas que nos tocan como grupo, pero que también tocan a una comunidad”, dice la profesora.

Los jóvenes que viven la Corporación Cultural Nuestra Gente están expuestos a vivir una experiencia de vida que no se puede comparar con otra actividad o con otra profesión. Pues allí, aprenden no solo un arte para el desempeño personal y laboral, sino que aprenden a ser personas de bien. Algunos de ellos que aman el teatro, continúan su formación profesional en este campo y regresan a la casa para tratar de compartir su experiencia con otros jóvenes y otros si no se quedan con el arte, por lo menos aprenden a apreciar el teatro como a su propia vida.

Para los muchachos, el teatro es mucho más que un disfraz.

 

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