Sale por fin el sol. Es un día diferente a los que se venían presentando; días donde era necesario tener cerca un paraguas y buenos zapatos para que no se te encharcaran los pies. Son la 1:30 p.m. Estoy parada en la entrada principal del Jardín Botánico de Medellín. A mí alrededor se encuentra un señor vendiendo raspados, lo cual se me antoja debido al calor. Firmo una lista de asistencia y me dirijo a la Biblioteca de éste lugar. Al avanzar, veo que no camino en línea recta, estoy caminando como en una espiral. Para lograr entender a dónde debo ir, me encuentro con un mapa, el cual muestra que siguiendo hacia la derecha y sin tomar ningún desvío puedo llegar a mi destino.
Árboles de raíces grandes, flores de colores, hojas de árboles que caen y se posan por el camino. Un sinfín de matas y piedras adornan el sendero que conduce a la Biblioteca. Me topo con un edifico moderno, grande y con buena fachada. Allí el bibliotecario cuenta que el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe lleva mucho tiempo constituido. “Desde 1900 se encuentra este espacio, pero en 1972 se convirtió en Jardín y por esto están cumpliendo sus 45 años de existencia”. Él hace un resumen de la historia y enfatiza que todo el lugar tiene un significado, “por ejemplo, al entrar al Jardín las personas pasan por el camino del caracol. Esto está diseñado así porque se hace la diferencia entre la transición de la parte urbanística a la natural”.
En este Jardín se hacen muchas actividades, no solo es un lugar para los turistas y personas cercanas a el. Se celebran eventos como matrimonios, conciertos y primeras comuniones. Lina Palacios, en ese momento, interrumpe al bibliotecario y dice: “Me acabo de acordar que hice mi primera comunión aquí. Había un lago y encima de el unas hojas. Una niña hacia sino jugar y saltar cerca de este lago y de un momento a otro allá se fue con todo y vestido”.
El bibliotecario pregunta si escribo para algo en especial, pero antes de poder responder dice: “Yo supuestamente escribo, pero el estar aquí en este espacio, me potencializó a escribir más. Al estar en este sitio puedo escribir desde distintas miradas”.
Adentrándose a un lugar mágico
A lo lejos veo una pareja que por lo visto no están contentos entre sí. A pesar de esto se animan a hablar. A Esteban le gusta mucho visitar este lugar, “es muy tranquilo, pacífico y bonito”. Por el contrario a Katherin, su novia, recuerda que por estos tiempos le ha parecido un poco “maluco” estar aquí. Ella recuerda que “Hace poco estábamos en el Orquideorama, cerca del lago. De repente comenzó a llover muy duro y nos empapamos. Lo único bueno de ese día es que Esteban se quitó su camisa para prestármela y así poder taparme con ella”. Katherin lo mira y él le devuelve una mirada de complicidad.
Al seguir el recorrido, es imposible dejar de ver a un joven que con habilidad y destreza hace girar unos conos de colores llamativos. David entrena parkour, hace malabares y oficios del circo. Él pertenece al Circo de la Rúa y como dice él “También estudio licenciatura en ciencias naturales en la universidad. Yo hace tres años no venía aquí, aunque me queda cerca de la U, pero como soy muy pegado, tengo que practicar una hora diaria. Cuando el día se presta me gusta venir y entrenar por los lados del lago o por la piedras. Eso sí siempre que vengo no faltan los gringos que me piden una foto y se las caso”.
A medida que voy caminando me voy dando cuenta que voy rodeando el lugar en círculo. En el centro de éste se puede apreciar un lago con piedras grandes en la superficie. Observo un rato este maravilloso lugar y a medida que me detengo a mirar los detalles a mi alrededor, me doy cuenta que este lugar a simple vista te puede engañar. Lo que en realidad está a la superficie del lago son unas hermosas tortugas que se posan a tomar el sol, lo cual hace que sus caparazones brillen.
A mí alrededor se encuentra un señor que también mira las tortugas y me cuenta que hace seis meses no venía al Jardín. Agustín León, por su pelo blanco, aparenta estar en sus 50 años de edad. Mira el paisaje y dice qué vino porque el día estaba soleado y de igual forma se siente identificado con el lugar. “Me hace recordar a la finca, esos tiempo cuando uno iba y le daba vuelta. Aquí se puede respirar aire puro y toda esta planeación es muy bonita”. Al preguntarle que con quién acostumbra a venir, entre risas y con la mirada fija responde: “Yo siempre vengo con soledad”.
Al caminar se pueden ver que caen las hojas de los árboles. En un rincón hay muchas de estas apiladas. Un señor moreno de camisa amarilla con estampado de hojas de colores, se encuentra organizando las hojas para que no estorben en el camino. Edildardo lleva siete años trabajando en el Jardín Botánico. Le gusta trabajar aquí porque es muy fresco el ambiente y le gusta estar entre la naturaleza. “Yo no sirvo para estudiar. Aquí me dieron la primaria y por eso estoy muy agradecido. Aquí puedo sembrar y mantengo el lugar muy bonito”. Con una sonrisa me despide porque debe seguir haciendo su trabajo y dice que está un poco retrasado.
Me encuentro en el sitio del Parque de los Carboneros. A lo lejos se ven gorros de piñata, varios cupcakes que forman la frase “feliz cumpleaños” y un mantel de muñecos infantiles sobresalen en este lugar. Mateo esta cumpliendo 10 años. Cuatro integrantes de su familia se lo están celebrando, aunque su primo no se ve muy contento allí, dice que es un lugar muy aburridor y no hay mucho para hacer. De inmediato su madre lo reprende y le dice que “Porque le gusta venir si siempre dice que quiere ir a ver a los osos perezosos”. Él me mira y agacha su mirada. Mateo no se quiere quedar atrás en la conversación y casi gritando dice: “A mí me gusta venir a ver a los reptiles, hay unas iguanas muy bonitas y grandes”. La madre de Mateo cuenta que acostumbran a venir al Jardín a celebrar el día de las madres o cualquier evento. “Es un lugar muy acogedor y no viene casi gente en la semana, además se puede estar conectado con la naturaleza y sobre todo respirar aire puro, pues el poco aire que queda”.
Para finalizar el recorrido, voy al lugar más recomendado del Jardín Botánico: el Orquideorama. Este sitio se reconoce por su arquitectura. Tiene formas geométricas muy particulares y sobre sale la forma de sus materiales con el que fue construido. La empresa Teleperformance se encontraba preparando un evento que iban a realizar en la noche para sus empleados. Por esta razón el lugar estaba bloqueado con vallas y no podía ser utilizado por el público visitante.
Para poder salir del Jardín Botánico cruzo por un puente que trasmite tranquilidad y frescura. Árboles, animales y mucha vegetación adornan este lugar. Hay un letrero que avisa a los visitantes en tener cuidado al caminar, debido a que los animales se pasean libremente por allí. Una tortuga camina lo más rápido que puede y se logar camuflar con la hierba y flores de un matojal.
Para culminar el recorrido me encuentro con el Árbol Abuelo. Sus grandes raíces y verdes hojas complementan este mágico lugar que pareciese estar muy lejos de una ciudad urbanística como lo es la eterna primavera.