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Veinticinco años cumple «El Balcón de los Artistas».

 

Antes de entrar a las clases que les ofrece El Balcón de los Artistas.
Grupo infantil de la Corporación «El Balcón de los Artistas».

El Balcón de los Artistas fue fundado por Martha Elena Álvarez en 1992, con el fin de contrarrestar la ola de violencia vivida en Manrique, comuna tres de Medellin. Además surgió como una iniciativa para mostrar a la población diferentes formas de vida para el cambio social.  Durante este tiempo la corporación ha trabajado con niños y jóvenes de tres a veintisiete años de edad. Su misión es fomentar la cultura de la danza y hacer transformaciones positivas en los jóvenes a través del baile. El nombre «El Balcón de los Artistas» se originó por su ubicación,  la escuela de danza está situada en uno de los filos más altos de la ciudad de Medellín.

Cuando el elenco infantil y profesional de «El Balcón de los Artistas» bailan en el escenario, sus  caderas y sus pies desobedecen. Cada uno tiene su propia independencia, sus manos acarician el aire y disfrutan de sí mismos. De pronto giran y sienten que vuelan, la música habla a través de sus pulsos. Son armonía, son sonidos, son imágenes, son movimiento, esto lo perciben los espectadores en sus diferentes y maravillosos espectáculos.

El paso de las balas, de la extorsión y del microtráfico lo llevan a cuestas jóvenes de la corporación. Gran parte de los integrantes del Balcón de los Artistas tienen historias de vida tocadas por la violencia, la drogadicción en sus familias e intolerancia en  algunos lugares de la comuna tres. Su memoria se recrea a partir de estos referentes marcados desde su infancia.

Evelyn Renteria Buitrago, a la edad de siete años permanecía en las calles de su barrio porque sus padres salían a trabajar. Ella evidenciaba allí las ventas de drogas y los asesinatos de los grupos al margen de la ley. La «negrita», como la llamaban sus vecinos, fue marcada por la infidelidad de su madre hacia su padre y el consumo de drogas de su hermano. Con lágrimas en sus ojos Evelyn  narra un momento trágico de su infancia: «Un día estábamos en la casa y de un momento a otro se escuchaban en la calles gritos y sirenas de carros de policía». Habían capturado en un operativo de la policía al hombre más buscado del centro de Medellín, su padrastro.  Acusado de robos frecuentes y  venta de drogas, las mismas consumidas por el hermano de «la negrita», alias «Weimar» fue apresado jugando maquinitas. El detalle del lugar y de la vestimenta hizo sospechar a «Weimar» que existía un delator. Después de una corta condena de seis meses porque nadie lo denunció, «Weimar» llegó a la casa de «la negrita» acompañado por su grupo de delincuentes. «Amenazando a mi papá, diciéndole a gritos: «Bairon fuera del barrio, sino lo hace, lo matamos». Por estas circunstancias Bairon se fue a vivir a otro lugar de la ciudad para evitar problemas y brindarse a sí mismo la seguridad para seguir velando por sus hijos. Evelyn cuenta «mi mayor temor es que mi papá se le de por ir a la escuela y esos delincuentes me lo maten».

La historia de Evelyn y su padre no es ajena a muchos jóvenes y familias en Medellín. Las cifras de delincuencia son notoria en los medios de comunicación.  La violencia se toma las calles, colegios y comunidades con estructuras criminales organizadas. Los grupos al margen de la ley desde los años 80 se convirtieron en una problemática social, con períodos de recrudecimiento y de disminución a lo largo de estos 37 años. Edilma Escobar Valencia, directora del programa Fuerza Joven de la secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín, estimó que «el 95 por ciento de los chicos y 80 por ciento de las chicas consumen drogas psicoactivas, especialmente marihuana y cocaína expendidas entre la población joven por miembros de bandas delincuenciales».

Danzando en otros suelos.

La escuela de formación  rescata de la violencia, las drogas y la falta de oportunidades a cientos de niños y jóvenes  de esta zona de la ciudad. Fomentando en cada uno de sus  integrantes el compromiso para asistir a los ensayos y actividades programadas,  las cuales enriquecen individual y colectivamente a los jóvenes de la corporación. Allí les enseñan una variedad de ritmos representativos, algunos  relacionado con la historia de la Medellín de antaño,  como lo es la milonga, el tango y la salsa, entre otros. Logrando así la participación en diferentes competencias de baile nacionales e internacionales.

Al son de la salsa, tango  y cha cha chá, «El Balcón de los Artistas» desde el 2013 hasta el año 2017 han participado de campeonatos nacionales como internacionales, nominándolos como embajadores culturales por más de veinticinco años. Han pisado otros suelos, suelos donde han  dejado huellas a través de los campeonatos como «Colombia Salsa Festival», categoría cabaret profesional; «Word latín dance cup» en Miami, cabaret  profesional.  La corporación obtuvo el primer lugar en los festivales «Ecuador Salsa Festival Show» y en el  «Colombia Salsa Festival Word tango Champions Chip» en la categoría tango escenario profesional celebrados en 2015. En el 2017 también se llevaron el primer lugar en el «Euroson Latino», en la categoría Salsa Grupo Cabaret profesional realizado en México.

La corporación perteneció al elenco de artistas de la producción Q´Viva the Chosen con Jennifer López y Marc Anthony presentada en Las Vegas en el Mandalay Bay Casino. De igual forma en el tributo a Celia Cruz presentado por Jennifer López en los American Music Award en la ciudad de Los Ángeles. También representó a Colombia en la gala de celebración de los 70 años de la UNESCO en París y en los festivales de verano de Francia y Alemania, en las cuales 12 ciudades, 9 festivales y cerca un millón de personas vibraron de alegría y emoción con el talento de los bailarines de nuestra compañía de danza.

La corporación El Balcón de los Artistas en las calles de París bailando al ritmo de la salsa.
Celebración de los setenta años de la UNESCO.

El arte como transformador social

Aunque levantar ahora estos trofeos sea sencillo, ganarlos no lo ha sido para una compañía de baile donde su lugar de ensayo está en medio de una de las zonas más conflictivas de la ciudad. Mantenerse durante veinticinco años fieles a sus orígenes sin ánimo de lucro, a su filosofía de ofrecer una oportunidad para los jóvenes de Manrique Oriental y sectores aledaños, y alejarse de la drogadicción, la delincuencia y bandas al margen de la ley no es fácil.

“En el Balcón de los Artistas por más de dos décadas hemos realizado un trabajo comunitario, donde la danza ha sido la herramienta para transformar espacios impactados por la drogadicción y el conflicto armado, en escenarios de convivencia, crecimiento profesional y desarrollo social», así lo describe Martha Elena Álvarez.  Además, la escuela de danza se enfoca en los  procesos de formación dirigidos en el ser, preocupándose por crear mejores personas  con el poder transformador del arte.

Allí en “El balcón” nada sujeta ni oprime, no hay resistencias, existe una libertad sin límites, sin fronteras, sin discriminación, todo lo contrario da camino a la inclusión social.

El Balcón de los Artistas.
Niños llevando la danza a diferentes escenarios de su barrio.

Conscientes de la importancia en el arte como transformador  de percepciones frente al conflicto  y la vulnerabilidad social, hace veinte cinco años la corporación emprende la consolidación de un programa de formación artística dirigido a jóvenes de un sector marginado de la ciudad. Los resultados obtenidos durante estos años, así como la calidad a nivel estético y la pasión de sus bailarines impulsaron a creer en este proyecto.

Setecientas cincuenta personas participan de los procesos formativos de la escuela de danza.  La mayoría de ellas responden positivamente al cambio social sin importar el espacio físico donde se realizan los ensayos. La compañía aún no cuenta con un lugar adecuado para integrar a todos sus participantes. Sueñan con una recepción, tres salones de danzas grandes, vestidores y baños con duchas. La población  de Manrique trabaja por alcanzar el sueño de  la construcción de un centro cultural  .“Si se logran recoger 21 mil firmas, sería algo maravilloso porque se construirán los sueños de muchos de nosotros los bailarines que soñamos con que se dicten nuevas disciplinas artísticas», afirma uno de sus líderes comunitarios.

Jefferson Tobón Álvarez tiene veintidós años, es estudiante de psicología y bailarín del Balcón de los Artistas. Para él, «El Balcón ha sido mi vida, pertenezco a esta corporación hace más de dieciocho años donde me han formado para todos los momentos de mi vida». Para este joven es muy nostálgico ver cumplir los veinticinco años de la compañía porque ha evidenciado el proceso de formación, triunfos, batallas sociales y la transformación de la sede.

Así mismo, Mateo Zapata, director artístico en «El Balcón de los Artistas»,  sueña que en este aniversario “todo Medellín y el mundo se entere que existe una corporación artística exponente de los ritmos más representativos del país, y que vamos a celebrar nuestro aniversario mostrando al público cuales han sido nuestros mejores shows”.

El Balcón de los Artista de este forma ayuda a transformar vidas y marcar la diferencia en una sociedad no solo abatida por la violencia, sino también por la indiferencia. Los integrantes cargan con sus historias de dolor, pero se alivian gracias a la misión de dicha corporación. Es importante destacar la gran labor de estos artistas, quienes se sobreponen y salen con sus grandes presentaciones del hambre, las balas, el rencor y a huellas de sufrimiento producidas en las calles de las comunas de Medellín. Ellos no solo buscan crear un espacio de regocijo social, sino también una opción de vida, un aliciente a todo lo vivido. Ven en el baile lo que otros ven en las drogas, una solución a los problemas. Ojalá todos eligieran la opción de bailar y olvidar todo aquello relacionado con la ola de violencia. Ser, como lo afirman sus integrantes, «diferentes a todo lo que les rodea».

Daniel Posada
Daniel Posada Martínez nació en Uribia - La Guajira el veinticinco de octubre del año 1993, actualmente estudia comunicación social y periodismo en la Universidad Luis Amigó y se dedica a respaldar procesos artísticos comunitarios en la ciudad de Medellín.
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