Son las siete de la mañana. El bolillo bate el chocolate caliente, los huevos se fríen en la sartén y la bolsa de pan es abierta. El desayuno recién hecho es puesto en la mesa frente a Mario Salazar, un hombre de 78 años, quien debe ser operado de una hernia en el abdomen. Casado hace cincuenta años vive con cinco de sus siete hijos, seis de sus catorce nietos, uno de sus bisnietos y su hermano diabético en una casa arrendada. Lleva un año pensionado, pero siguió trabajando para mantener su extensa familia porque lo recibido cada mes no le alcanza. 64 años de trabajo no alcanzarón para conseguir una pensión para le permita mantener a su familia.
Hace 27 años don Mario y su familia llegaron a Medellín desde Aranzazu, un municipio del departamento de Caldas, buscando un futuro mejor para sus hijos y nietos. Quince días después de su llegada consiguió trabajo como guardia de seguridad, en un edificio en el centro de la ciudad. Firmó contrato indefinido el 1 de julio de 1991. Fue liquidado por primera vez en 1993.
La ley 100 de 1993 estableció que se necesitaban 1000 semanas laborando, el equivalente a 20 años, para poder pensionarse a los sesenta. En el 2003, la ley 797 aumentó las semanas a cotizar hasta 1300.
Mario Salazar cotizó 1300 semanas, pero tardó un año más en pensionarse debido a irregularidades con el pago mensual, el cual la entidad que lo contrató debía pagar. Le fue difícil pensionarse, aunque comenzó a trabajar a los catorce años, solo hasta los cincuenta comenzó a figurar en un fondo de pensiones.
El 1 de julio del año 2017 su contrato terminó definitivamente. El administrador del edificio donde don Mario trabajaba lo citó para entregarle la liquidación de 23 de los 27 años de trabajo en el edificio, periodo en el cual no fue liquidado como la ley establece. Le pidió ir solo, argumentando que el problema solo le incumbía a él. Don Mario algo desconfiado llevó a su nuera, ella a sus 29 años oiría mejor y recordaría más que un anciano de casi ochenta años. Por su parte, el administrador fue acompañado de un abogado. Este último intentó convencer a don Mario de firmar y aceptar siete millones de pesos por 23 años sin liquidación, ni pago de cesantías desde el 2005. Don Mario no firmó el acuerdo. Lo que más indignó a don Mario fue el ofrecimiento que le hicieron a un compañero suyo, el cual solo había laborado doce años e iba a recibir doce millones por ello.
El código laboral establece un sistema de liquidación anual con destino a los fondos de cesantías. Este sistema aplica para todas aquellas personas naturales que hayan firmado contrato después del 1 de enero de 1991. El 31 de diciembre de cada año deben liquidar por completo a sus empleados. Las cesantías deben ser consignadas antes del 15 de febrero del siguiente año en la cuenta personal del empleado en un fondo de cesantías, que el mismo empleado elija. De ser incumplido el plazo, el empleador pagará un día de salario por cada día de retraso. Esto no ocurrió con don Mario.
Don Mario bebe un trago de chocolate junto a las pastillas para la presión de todas las mañanas. Se asegura de tener todos los documentos que el abogado le pidió para estudiar el caso. Debió conseguir un abogado quien lo asesorara y lo ayudará en el caso. Algunas colillas de pago de salario con fecha de los años 90, el contrato del 1 de julio de 1991, el extracto pensional, la liquidación realizada por la oficina del trabajo, la certificación del por qué su contrato fue terminado y la oferta de liquidación que le había ofrecido el administrador de la empresa de seguridad para la cual trabajaba, todo esto para argumentar su caso.
Su esposa Florencia, le retira los platos mientras él recoge todos los papeles y se alista para salir. Se lava los dientes mientras espera la llegada de su abogado. Tocan la puerta, doña Florencia le echa la bendición antes de acompañarlo hasta la puerta. Se dirige al primer encuentro de conciliación en busca de una mejor propuesta.
Intento de Conciliación
Don Mario y su abogado van en camino a encontrarse con el administrador en la oficina del abogado del administrador, ubicada en el centro comercial frente al edificio de La Alpujarra.
El abogado le da algunas instrucciones del tema a tratar en la reunión.
—La oficina de trabajo le entregó un documento en el cual dice que se liquida con 120 millones de pesos. Primero vamos a tratar de negociar. Nos vamos a encontrar con ellos y a conciliar. Si nos ofrecen 80 millones los tomaremos, lo mínimo 70 millones. Si se niegan, iremos a la corte.
Don Mario asiente. Ese sería suficiente dinero para poder dar la cuota inicial de una casa donde quiere terminar su vejez al lado de su esposa. Además de dejarles algo a sus hijos. Ha pensado comprarla en un pueblo, su esposa las casas más grandes y baratas en uno, así podrían vivir tranquilamente con el resto de su familia, si ellos aceptan irse con ellos.
El auto se detiene, ellos bajan, las puertas se cierran y se dirigen a la entrada. Don Mario tiene todas sus esperanzas puestas en el encuentro. Suben las escaleras hasta el tercer piso, donde se encuentra la oficina del abogado. Abren la reja blanca, la secretaria los recibe diciendo que los están esperando. Entran al despacho y las puertas se cierran.
Mario Salazar sale de la oficina con los párpados caídos, los labios apretados y la cabeza agachada. Los resultados no son los esperados. El abogado pone una mano en su hombro y lo aprieta levemente.
—Tranquilo, don Mario, solo es el primer intento, además nos hemos dado cuenta de que pueden dar más. Miré que ya no son siete millones, son treinta. Vamos a conseguir que nos den lo que se merece.
La única respuesta que recibe el abogado es un asentimiento de cabeza. De repente la boca se siente seca, se le antoja una cerveza o una copa de aguardiente. No puede beber ninguna de las dos, tiene la presión alta y debe bajarla para ser operado.
El abogado se ofrece a llevarlo a la casa. Don Mario se excusa, asegura tener cosas por hacer en el centro. Camina por la calle Carabobo, mientras se imagina que va a pasar con su dinero.
Se detiene frente a una carreta llena de aguacates. Selecciona algunos, los mejores. Después de años trabajando en el campo está convencido de saber elegir los mejores.
Regresa a casa en bus. Lleva una bolsa de aguacates para el almuerzo de su familia. Camina con hombros caídos, espalda encorvada. La moral baja por los resultados de la primer conciliación, pero con la esperanza de obtener una casa para su familia.
Como don Mario hay 324.288 personas pensionadas con un salario menor o igual a dos salarios mínimos. Personas quienes su tiempo es más corto y los procesos judiciales más largos. El sistema no es benévolo con ellos, la meta de obtener el dinero, ganado con el sudor de su frente durante años, se ve cada vez más inalcanzable.