Madres de la Candelaria, caminando por Senderos de Esperanza

Por: Mateo Monsalve Vélez
mateomonx@hotmail.com
En pleno centro de la ciudad de Medellín, el bullicio de sus andenes es común para las personas que a diario circulan por sus congestionadas calles: vendedores ambulantes, personas de la tercera edad, artistas y policías es lo que más abunda en el Parque de Bolívar.
Es viernes y el reloj marca las 2:15 pm, a todo el frente se puede ver la Iglesia de la Candelaria. En el atrio algunos vendedores de relojes, películas y medicina natural para curar enfermedades obstaculizan las dos únicas puertas disponibles para ingresar a ella. El pasillo izquierdo se encuentra cerrado y cubierto por vallas verdes que facilitan a los obreros continuar con la remodelación de la Iglesia.
En su interior se observa toda clase de personas, desde abuelos hasta niños, algunos de ellos pasan inadvertidos cuando alguien ingresa a la iglesia, el sueño profundo en el que se encuentran los hace olvidarse por un momento de este mundo rutinario y aturdidor.
Son las 2:25, ya es hora de que las Madres de la Candelaria exhiban sus pancartas y con sus voces desgatadas lancen sus consignas:¡Los queremos libres, vivos y en paz! ¡Los queremos libres vivos y en paz!
Madres de la candelaria, es una organización sin ánimo de lucro, liderada por Teresita Gaviria, una madre que hace 16 años vivió el terror del conflicto armado en Colombia, hecho que incidió en la formación de este grupo que actualmente cuenta con decenas de madres que buscan desesperadamente a sus familiares desaparecidos. (Vea más: https://www.facebook.com/madrescandelaria)
Cerca al edificio Coltejer, por una calle estrecha vigilada a diario por un CAI Móvil, se encuentra el Edificio Comercial La Playa, en sus pasillos, el silencio hace eco de los pitos de los vehículos que transitan por las calles colapsadas.
La oficina 402 se encuentra cerrada, pero desde afuera se reconoce inmediatamente la voz de Teresita Gaviria dando algunas instrucciones. Fueron tres despaciosos golpes los que hicieron que abrieran la puerta. Al interior de la oficina había aproximadamente 40 mujeres y al fondo tres hombres que velan por la seguridad de su líder.
– Buenos días muchachitos, bien pueda sigan que tenemos que cerrar la puerta, dice Teresita apurada.
La pequeña oficina que sirve para el encuentro semanal de las madres se encontraba al punto del colapso. En un pequeño escritorio con un computador de mesa se ubicaba Teresita dándoles consejo y anunciando los eventos próximos a los que debían asistir, al fondo de la oficina se encontraban tres mesones con computadores que sirven para atender a los visitantes. Un comedor y una biblioteca que ocupan gran espacio hacen que el lugar sea insuficiente para atender a tantas personas.
– Disculpe, ¿a qué horas van a ir a la iglesia?
– No joven, la madre nos dijo que hoy no había plantón porque estaban arreglando la Iglesia y de pronto se nos venía eso encima, dice una de las madres que se encontraba cerca a la puerta.
Eran las 3 de la tarde y Teresita estaba culminando el encuentro que acostumbra a hacer sagradamente los viernes desde medio día antes de partir a la Iglesia de la Candelaria. A estos encuentros asisten víctimas del conflicto de todo del departamento, pero como el espacio es tan reducido, asignan turnos semanales para ir al plantón.
Además de los encuentros del día viernes, Teresita, con la colaboración de diferentes organismos, crea espacios de educación y entretenimiento para “mis mujeres”, como ella misma las llama. Su tiempo lo dedica únicamente a velar por el derecho de las mujeres, por esto les hace charlas sobre el conflicto, les consigue profesionales para que les brinden ayuda psicológica y además, con la colaboración de estudiantes, tienen grupos de teatro, danza y manualidades, entre otras. (Vea más: http://www.museocasadelamemoria.org/site/?tabid=76)
En un rincón del pequeño salón se encuentra una de las madres, doña Carmen Lucía Ramírez Ochoa de 65 años*, miembro activo del grupo hace ya 3 años y quien asiste sagradamente los viernes al encuentro. Oriunda del municipio de Copacabana, la violencia la hizo salir corriendo de su tierra por la muerte de su único hijo.
– ¿Cómo está señora?
– Pues mal, porque decir que bien le estaría diciendo la mentira más grande.
Doña Carmen, de cabello corto rubio y ojos apagados que reflejan la lucha por la que ha tenido que pasar luego de la muerte de su hijo Santiago Pérez Ramírez* , un milagro de Dios muy deseado, como ella misma lo llama, pues no podía tener hijos, pero con mucha valentía logró ella sola sacarlo adelante.
Aunque las oportunidades que le brinda el pertenecer al grupo son muy reducidas, ella dice que emocionalmente la hace distraerse del opaco mundo en el que está envuelta a diario, pues no tiene un trabajo estable por su edad y lo poco que consigue para sus alimentos es gracias a lo que algunos de sus vecinos le pueden brindar.
Su drama comenzó hace 4 años cuando Santiago le pidió permiso para asistir a una fiesta de 15 años en Bello, aunque doña Carmen desconfiaba por lo peligroso que podría tornarse el tramo entre Copacabana y Bello, pero Santiago ya estaba decidido a ir a la fiesta.
Según doña Carmen, en la fiesta conoció a una mujer que al poco tiempo se convertiría en la compañera sentimental de él, aunque ella tenía vínculos amorosos con el líder de un grupo al margen de la ley que actúa en el norte del Valle de Aburrá, para Santiago eso no era impedimento. Duraron conversando aproximadamente 5 meses hasta llegar al fatal desenlace que fue su asesinato.
Además del dolor de perder a su único hijo, doña Carmen salió amenazada de su pueblo, un día después llegó una nota firmada por ese grupo dándole 1 día para que se fuera, desde ahí la soledad se ha apoderado de ella, la lucha por la justicia de la muerte de su hijo hasta el momento ha sido en vano.
Aunque el objetivo del grupo Madres de la Candelaria es aclarar los crímenes y desaparición forzada de sus familiares, algunas llevan años buscando explicación y solución por lo múltiples casos de violencia que afectaron a 1 o varios miembros de su familia, pero aún no encuentran respuesta.
Para ellas el tiempo no es motivo para darse por vencidas, cada amanecer las llena de fuerza para salir a emprender su búsqueda, y para esto acuden los viernes a gritar y mostrar las fotos de sus seres queridos, pues aunque el tiempo siga corriendo ellas aún lo quieren ¡Libres, vivos y en paz!. (Vea más: http://www.elespectador.com/noticias/actualidad/madres-de-candelaria-15-anos-esperando-reparacion-y-jus-articulo-481978)

* Nombres cambiados por seguridad.

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