Por: María Alejandra Valencia García
Correo: aleja.v.g569@hotmail.com
En medio de paredes blancas y muros de colores que alegran el alma, fotografías y cartas que arrugan el corazón; maquetas que reflejan sus recuerdos y sillas alrededor para quienes quieran sentarse a recordar y leer con ellas, estaba ella: robusta, bustona, de 1.55m de estatura, de piel limpia, y sin una gota de maquillaje, de zapaticos grises, jeans y una camisa naranja que me indicaba que trabajaba en el Museo Casa de la Memoria.
Linda Morales* o como la llaman sus compañeros de trabajo “Morbolinda” es una mujer de 50 años, que durante gran parte de su vida ha guerreado y luchado por ella y sus cuatro hijos. Orgullosa, muy expresiva y con un brillo en sus ojos que cautiva cuando habla de sus hijos, en especial de Andrés Felipe.
En la mañana del 15 de mayo del año 2007, su hijo Andrés, se levantó a las ocho de la mañana como solía hacerlo normalmente, se sentó dispuesto a desayunar, pero su padrastro Antonio Corrales* no lo dejó hasta que se bañara como es costumbre en la casa de Linda. “Mi esposo es muy cansón, ni siquiera a mí me deja desayunar sin bañarme”. Andrés se bañó y se colocó una camiseta azul por la cual su madre lo recuerda, y antes de salir a buscar el tan anhelado trabajo, después de meses de desempleo, en el centro de Medellín, su madre lo despidió con el “Dios lo bendiga mijo” de todos los días.
Andrés salió de la casa, entusiasmado por trabajar pero no obtuvo el trabajo y nunca más volvió a casa. Tenía 19 años, era de tez blanca, delgado, de cejas tupidas y atractivo; era muy buen hijo, atento, generoso, inclusive siempre compartía su sueldo con su mamá, aunque fueran 5.000 pesos. Era un joven alegre y feliz, aún más sí estaba en su casa con su familia tomando un poco y escuchando su ranchera favorita: “El Perrazo”
Después de esa mañana, pasaron varias semanas y se sumaron ocho meses, en los cuales Linda no había denunciado aún la desaparición de su hijo. En los primeros días estuvo tranquila al pensar que su hijo estaba en el centro de Medellín vendiendo vicio, aunque era muy extraño que no la llamara como en ocasiones pasadas para que le llevara el almuerzo. Al pasar el tiempo, comenzó a desesperarse y peor aún con los “chismes” y versiones de personas del barrio donde vive Linda, sobre el paradero de su hijo: “Me dijeron que se había ido con un circo para un pueblo”.
La incertidumbre fue creciendo y su hijo aún no aparecía ni daba señal de vida, cuando por fin decidió denunciar la desaparición no obtuvo resultados, hasta que se cumplieron los tres años de su partida, cuando la juez del caso la llamó para confirmarle que habían encontrado a su hijo en Segovia y que había muerto el 17 de marzo del 2007, dos días después de su desaparición, aparentemente en un enfrentamiento militar.
Unos días antes, Linda había encomendado a su hijo en oración, en la iglesia San Miguel Arcángel del barrio Villahermosa, casualmente un día miércoles, día en que ella siempre visitaba el lugar, recibió la noticia de que su hijo había aparecido. El mismo día en medio de esa llamada, tuvo una mezcla de emociones y sintió una inmensa tristeza que aún empaña sus ojos.
Desesperada por ir en busca de su hijo, comenzó a recurrir a sus amigos para recolectar un “dinero” con el fin de viajar a Segovia por las pruebas y el cuerpo de su hijo, que fue enterrado como NN el 18 de marzo del año de su muerte. Recolectó 300.000 pesos y viajó en compañía de su esposo, para poder tener a su hijo de nuevo junto a ella.
Falsos Positivos
Andrés Felipe fue engañado con esperanzas de trabajo y capturado ilegalmente por miembros del Ejército de Colombia, quienes con tres disparos en el pecho, derrumbaron los sueños y felicidad de su madre, luego lo dejaron en la calle, en bóxer y con diferentes armas para hacerlo pasar como un guerrillero que murió en combate contra el ejército como muchas víctimas de la época.
“En el amanecer del 17 de marzo en medio de la Operación Prócer: Misión Táctica el Ángel, había poca visibilidad por el clima alrededor del área donde acampaban los cuatro militares implicados en la muerte de Andrés, según los soldados, comenzaron a ser atacados y sin poder observar bien los agresores comenzaron a disparar y de repente huyeron los “bandidos” y solo murió uno de ellos: Andrés”, relataban los militares en el Informe de la Fiscalía.
Al término del tiempo del enfrentamiento ,que fue de cinco a diez minutos según fuentes militares, donde dispararon continuamente y murió el “bandido”, los soldados trasladaron el cuerpo de Andrés a Segovia donde fue encontrado en la calle.
Linda Morales, una mujer humilde, y vulnerable por la muerte de su hijo al que esperaba de nuevo en su casa, comenzó y terminó sola el proceso de Andrés, logrando llevar los “huesitos” de su hijo, como dice ella, al cementerio San Pedro en la ciudad de Medellín, más cerca de ella y sus tres hermanos. Con firme conocimiento de su hijo, y con la perseverancia que la caracteriza, logró demostrar en compañía de la juez encargada y la Fiscalía que su hijo hacía parte de un falso positivo, al igual que miles de inocentes que fueron ilusionados o sacados de sus casas para morir como supuestos guerrilleros en combates y enfrentamientos que nunca existieron, planeados y ejecutados por las fuerzas militares colombianas.
Hoy, siete años después de la desaparición y muerte de su hijo, ha logrado re-hacer su vida en compañía de su familia y la nueva oportunidad que le dio la vida en el Museo Casa de la Memoria, a su vez la oportunidad que han tenido todas las personas que la conocen y tienen el placer de hablar con ella, de disfrutar del ángel que representa, no solo por la historia que hay detrás de la guía, la madre, la esposa, la hija y la mujer alegre y cautivadora sino por la forma en que su sonrisa renombra los significados de dolor y memoria.
Para mayor información: https://alejandravalencia1.wordpress.com/2014/10/15/memoria-de-un-falso-positivo/
*Nombres cambiados por seguridad