“…es muy importante que luchen por los sueños porque no importa si es derecha o es de izquierda si tiene plata o no tiene, uno siempre va a poder cumplir los sueños”, esta fue una de las frases con las que concluyó Daniel Quiroz, un joven del barrio El Salado en la Comuna 13 quien a pesar de las dificultades fue capaz de superarlas con trabajo y esfuerzo.
Era la 1:30 pm del miércoles 20 septiembre, yo estaba sentada en una banca del boulevar de comidas de una universidad de Medellín. Allí, sentada esperaba al joven que había rastreado por más de dos semanas llegará a mi encuentro. Mientras las personas caminaban de un lado para otro yo intentaba mirarlas a todas para escanearlas rápidamente y así reconocer al chico de la foto del whatsapp. Pasados cinco minutos pude ver su figura, venía peinado con el corte de moda, jeans desgastados y una camiseta color gris con la estampa del popular “Graffitour». Comenzamos hablar sobre su vida y cómo esta había sido una montaña rusa de emociones y aprendizajes.
Su niñez fue normal, pero cambio cuando su familia recibió un nuevo integrante, su padrastro. La vida a la que él estaba acostumbrado dio un giro de 90 grados, su familia se traslado a otro sector. No jugaría en el barrio que lo vio nacer; jugaría en uno similar e igual de complejo. “Nos fuimos para una casa, como más difícil, más pobre” cuenta Daniel, mientras su mirada apunta al cielo, quizás tratando de recordar lo vivido o buscando la forma de olvidar lo sufrido.
Laura Mendoza, psicóloga de la Universidad Católica Luis Amigó, realizó prácticas en la Institución Educativa Benedicta Zur Nieden de la Comuna 13. Sus pacientes tenían entre 6 y 18 años, quienes llegaban a su oficina para desahogar lo que en casa no podían. Laura narra que: “las principales dificultades de los jóvenes del colegio era el abandono familiar, los problemas intrafamiliares y la drogadicción”. Estas dificultades conducen a los niños y a los jóvenes por caminos peligrosos que no favorecen su futuro.
Los casos que Laura trató no eran alejados a los que vivió Daniel. La familia se asentó en una casita ubicada en un callejón empinado, testigo de masacres, sicariatos, paramilitarismo, guerrilleros y delincuencia. Estas dificultades dieron como resultado el desplazamiento de su padrastro a causa de las amenazas por parte de los combos que mandaban en la zona.
Luz Amparo Sánchez y Clara Atehortúa en su trabajo investigativo “Narraciones sobre la experiencia del éxodo. El caso del desplazamiento forzado en la Comuna 13”, sostienen que La Comuna 13 es una de las poblaciones que más sufrió la salida de habitantes como consecuencia del conflicto armado, alrededor de 170 familias fueron víctimas del desplazamiento urbano.
Después de algunos años el padrastro regresó al barrio, pero los problemas comenzaron a afectar su cabeza. nació la idea de pertenecer al paramilitarismo. Este hecho complicó la convivencia en el hogar de Daniel. Las necesidades, la pobreza y el abandono generaron en el joven el deseo de buscar una salida de escape fácil y rápida. Luz Amparo Sánchez y Clara Atehortúa afirman que el desplazamiento a parte de generar descenso socio- económico, provoca también fragmentación de la familia y debilita los vínculos sociales.
Daniel estudiaba la secundaria, pero la necesidad de ayudar a su madre lo animaron a trabajar en un negocio de comidas rápidas. Su sueldo no era suficiente para cubrir sus necesidades. Él quería más. La cultura de la ilegalidad es una constante en el sector. «El que va en la moto, el que anda con el ‘pillo’ o el que tiene más mujeres es el que se ve más poderoso» narra Anderson Duque integrante de la JAL. Eso es, lo que hoy rodea a los jóvenes de esta zona y de lo que Daniel no iba a ser ajeno.
La emoción, el susto, la adrenalina y el dinero fueron factores que al mezclarlos convirtieron al joven en ilegal. El camino tomado por Daniel para mejorar su situación económica no fue el adecuado. Persecuciones, asesinatos y la muerte de su mejor amigo fueron suficientes para que Daniel tomara la decisión de salir del infierno al que había entrado.
Anderson Duque, integrante de la JAL manifiesta que “los jóvenes no ven opciones cuando salen del colegio. Ven que no van a tener oportunidades de acceder a la educación superior y prefieren salirse a trabajar. Tenemos una media en el barrio 2 de cada 10 jóvenes de la comuna acceden a la educación superior”. Los jóvenes de la ciudad participan en el conflicto de una forma pasiva y activa, llegan a ser víctimas y victimarios del conflicto en su comunidad.
Un paso con vientos de cambio.
Los espejos de la guerra le mostraban otra realidad a Daniel. La cruda violencia sacó a flote la voluntad de cambio del joven. La invitación a un taller de liderazgo por parte de una ONG llamada ACJ- YMCA fue la estocada final para que Daniel cambiara su actuar delincuencial. “Realmente no valía la pena estar en el conflicto y más con todos los problemas que tenía la comuna» describe Daniel. La cárcel y la tumba fueron las moradas de algunos de sus amigos, pero esa ya no iba a ser su realidad.
ACJ –YMCA es un movimiento mundial de voluntariado joven inspirado en principios cristianos. Ellos comenzaron a trabajar con Daniel y demostrarle que la vida tenía otros caminos y oportunidades. El joven siempre tuvo un interés por el dibujo y cuando tenía oportunidad rayaba todo a su paso. Después de asistir periódicamente a los talleres realizados por la ONG, Daniel vio en el graffiti la oportunidad de ganar dinero y de ser importante. Con este arte buscaba que las paredes de su comuna se pintaran de colores de cambio, tratando de matizar las cicatrices de la guerra.
Hernando Montoya, Coordinador del Área de Educación en ACJ –YMCA, es quien acompañó a Daniel en el proceso de transformación y manifiesta que “Daniel es un joven que se ha formado desde lo artístico para incidir en su propio territorio. Su paso por la ACJ le aportó herramientas para comunicarse de manera más apropiada con otros jóvenes y para participar de otros colectivos artísticos en la comuna y la ciudad». Hernando espera que como Daniel otros jóvenes de la comuna puedan aprovechar sus talentos. “Esperamos que los jóvenes sean mejores ciudadanos, empoderados para el desarrollo. Con criterios para construir sus proyectos de vida. Pensando siempre en el bienestar propio y el de los demás”.
El sueño de Daniel era ser uno de los mejores graffiteros de la ciudad. Un sueño que iba de la mano de necesidades, pero a pesar de las dificultades con trabajo y esfuerzo dio verdaderos frutos. Daniel se reunió con un grupo de amigos y conformaron un colectivo para impulsar los objetivos trazados. Al comienzo fue complicado. Su estrategia para ganar dinero era hacer rifas para luego invertirla en pintura y poder hacer graffitis. Con este nuevo comienzo Daniel era reconocido en el barrio como «el pelado que hace los graffitis”, esto ayudó a aumentar su autoestima y sus expectativas de vida.
Viajar por diferentes países y ciudades, conocer y aprender de la cultura ayudaron a Daniel a ir perfeccionando la técnica. Él en compañía de algunos amigos fundaron la casa de la cultura “Casa Kolacho” quienes han desarrollan un proyecto de prevención con los jóvenes por medio de talleres de graffiti, hip hop, dj y baile. Esperan que los chicos antes de que cometan un error entiendan que hay otros caminos. Jeihhco, líder del “parche”, como él le llama, manifiesta que la idea es “mostrarles a los jóvenes que la vida va más allá de la esquina, del barrio, de la cuadra… nuestro parche es una alternativa”.
Daniel espera seguir creciendo en su arte y poder servirle de ejemplo a los jóvenes de su barrio y de la ciudad. Actualmente trabaja en un proyecto que integra la energía y los talentos de los chicos, manifiesta que: “estoy llevando el graffitour a otros espacios tenemos un proyecto que se llama ‘galería urbana en tu colegio’ que busca llevar el graffitour a los estudiantes». Daniel supo romper con los paradigmas de la guerra, la vida fácil y la pobreza que envuelven a las familias y a los jóvenes de la comuna. Hoy este joven que vivió frente a frente con la delincuencia, tiene la oportunidad de estudiar en educación superior, trabajar en lo que le apasiona. También, ayuda a su familia y les aporta a los jóvenes no solo enseñanzas en el graffiti sino también en la vida.