Los niños que esperan en el Salón de la Justicia

 

Por: Elizabeth Martínez Caro
eliza-mc15@hotmail.com

Eran las 7 de la mañana del sábado 29 de marzo. Tenía idea de que mi labor periodística sería un poco complicada en esta ocasión, por el poco tiempo con el que contaba, y el tema que debía abordar: las adopciones en Colombia. Pensando en ello me pasé 1 hora y 37 minutos, mientras viajaba en tres buses urbanos, desde mi casa, hacia un lugar en el que no puedo ubicarlos exactamente. Les diré que fue lo suficientemente lejos como para reflexionar un largo rato sobre el caso que me esperaba en aquel hogar.

Ya había hablado previamente por teléfono con Margarita*. Me dijo que podía entrevistarla, y conocer el hogar comunitario del que está a cargo, siempre y cuando fuera discreta con el asunto de las identidades. Le dije que sí. Acordamos, entonces, una cita para el sábado 29 de marzo, a las 8:00 a.m. en su casita, como ella llama al hogar donde trabaja. Mientras duró la llamada, pude escuchar de fondo, las voces de varios niños, sus risas, y sus quejas. Inmediatamente me llegó una sensación de ternura, que contrastó con mi conciencia de la situación de aquellas voces.

“¡Ay, mi niña! ¿Puede volver el lunes?”

Después de mi extenso recorrido, llegué al hogar de Margarita a las 7:45 a.m. Puntual, como los periodistas de verdad. Toqué la puerta, y mientras abrían, divisé la ciudad desde aquel filo. Medellín es muy pequeña cuando se le mira desde las comunas altas. La puerta no se abría. Toqué nuevamente, y Margarita entreabrió la puerta. “¡Ay, mi niña! ¿Puede volver el lunes? Es que en este momento me están haciendo una visita y no la puedo atender, de pronto me regañan”.

Cómo decirle que no. Era importante para mí hablar con ella, que me contara su historia y me permitiera relatarla posteriormente. Esta vez acordamos que la cita sería el lunes 31 de marzo, a las 9:00 a.m. Y Cuando estábamos despidiéndonos, salió una niña, y aunque Margarita le dijo que se fuera, ella permaneció en la puerta escuchando la última parte de la conversación. La chica tenía, a mi parecer, unos 5 o 6 años, piel blanca, pecas, y algo que yo no tengo: cabello rojo natural.

Me despedí, y antes de cerrarse la puerta, una voz aguda me dijo: “Chao, señora”. Giré y le dije: “Chao, linda”. Sonreímos y la puerta se cerró. Esos ojos miel tenían una carga infantil tan inocente que, en realidad, me hacían sentir señora. Abandoné aquel lugar, y cuando volví a mi casa, ya estaba cerca el medio día.

Las visiones desde la Regional

Juliana Madrid Maya, funcionaria del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, afirma que en Antioquia hay, aproximadamente, 1160 niños adoptables, con características y necesidades especiales. Estos son erróneamente conocidos como casos de difícil adopción. (Vea el reporte oficial de la Unicef: http://www.unicef.org.co/pdf/cifras.pdf)

Así mismo, Gustavo Cardona Tobón, también funcionario del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, dice que “para que se entienda el concepto de por qué se habla de niños y adolescentes con características y necesidades especiales, o en difícil adopción, mal llamados en su momento, se debe entender ese proceso de adoptabilidad que se elabora, que es un proceso administrativo de restablecimiento de derechos, donde se asume una consecuencia legal”.

Como señalan ambos funcionarios, el nombre se cambió en función de darle una connotación más incluyente, y que describa mejor la situación de los niños y adolescentes que viven este proceso. Los dos encabezan, desde la Regional Antioquia, el proyecto Súper Amigos. “Una de las estrategias o políticas públicas del Instituto, ante esta población, ha sido la de generar proyectos de vida, o lineamientos que hagan alusión a la compañía de un padrino o mentor, dentro de los procesos de inclusión social. Se está trabajando con el plan Súper Amigos”, añadió Cardona.

 

De vuelta a mi travesía

Como lo había acordado con Margarita, llegué el lunes, puntualmente, a cumplir nuestro compromiso. Entré, y nos sentamos en una habitación de la casa que, como las demás, no tenía puerta, sino una cortina de color naranja. “Aquí no tengo niños discapacitados por el momento. Pero sí tengo una niña con un grado de hiperactividad alto y con epilepsia. Es un combinado de enfermedades como un poquito raro, ¿cierto?”, contó Margarita.

En ese momento, entró en la habitación la niña pelirroja que había visto en mi primera visita. Y como aquella vez, Margarita le pidió que se fuera, pero no lo hizo. Isabela* tiene 6 años. Ella es de quien estaba hablándome Margarita. El padecimiento de estos trastornos la ubica en la categoría de niños con características y necesidades especiales. Le presté uno de mis cuadernos, y con sus colores se entretuvo mientras Margarita y yo seguíamos hablando.

Margarita me contó que recientemente cumplió cuatro años en esta labor comunitaria. Dijo también que todos los niños están en condiciones de ser adoptados, sin importar las clasificaciones que se les haga, pues todos necesitan recibir y entregar amor a una familia.

Si Isabela no es adoptada en los próximos 3 años, la edad le sumará un condicionamiento más como niña de características y necesidades especiales. Mientras tanto, ella aplica para ser apadrinada por un Súper Amigo.

 

La liga del afecto

“La búsqueda de esos referentes afectivos pretende formar en esta población seres integrales. El Instituto vela por ellos económicamente, los sostiene y les garantiza su educación y su salud. Incluso contamos con hogares especializados para cubrir estas situaciones de discapacidad, pero no se puede dejar de lado ese aspecto afectivo. Es un asunto de compañía, de dedicarles tiempo, de estar presentes en sus vidas, de una llamada. Es cuestión de estar ahí”, apunta Juliana Madrid refiriéndose al proyecto Súper Amigos.

Un Súper Amigo es un padrino y tutor del niño o adolescente que escoge según unas condiciones de afinidad, que se determinan con un estudio exhaustivo, realizado por el ICBF. Con este proyecto, se quieren generar lazos afectivos desde el niño hacia un alguien que definitivamente hará parte de su vida.

Pese a su corto tiempo en acción, Súper Amigos ha entregado resultados positivos y genera grandes expectativas, tanto en la organización como en el público general. “Comúnmente, los chicos tienden a sentirse solos en el mundo. Este proyecto es muy importante, porque les regala a alguien en el mundo con el que pueden realmente contar”, afirmó Gustavo Cardona.

 

El abandono de una sociedad

“No a cualquier colombiano se le ocurre adoptar un hijo en vez de engendrarlo. La adopción, aún en la actualidad, no es aceptada socialmente como normal. Sigue siendo algo raro. Un tabú”. Afirma el sociólogo César Tapias Hernández. Por las evidencias en hechos de esta razón, es que se implementan otro tipo de estrategias, como el plan padrinos, o Súper Amigos.

Si bien para la sociedad colombiana, la adopción no es una opción muy viable, menos lo es cuando se trata de niños con características y necesidades especiales. Así lo confirma Gustavo Cardona: “Desafortunadamente los colombianos, muchas veces, queremos niños perfectos. Y niños perfectos, no hay. Los europeos están usualmente más abiertos a brindarle apoyo a niños con discapacidad”.

Lo que se espera ahora, es que la educación haga lo suyo, e introduzca lentamente cambios en la cultura colombiana, para que se favorezcan así, procesos de índole social como la adopción.

 

“¿Y otro día viene y me lee el cuento?”

Isabela conoce el proyecto Súper Amigos. Después de hacerme peinados, y decir que teníamos el cabello del mismo color, me preguntó si yo podía ser su madrina. Tuve que explicarle que aún no soy tan señora como ella cree, y que apenas tengo 19 años. Ambas nos reímos. Antes de despedirme, Isabela me preguntó qué iba a hacer con mis apuntes, a los que llamó “hojitas”. Le dije que los necesitaba para escribir. “¿Qué va a escribir?, ¿un cuento?”. Le respondí que sí.

Me despedí de Margarita, y le di las gracias por dejarme conocer ese espacio. Cuando me despedí de Isabela, me entregó el cuaderno, y en él, el dibujo que había hecho mientras yo entrevistaba a Margarita, y me dijo: “Se lo regalo hasta que vuelva a leerme el cuento”.
*Nombres cambiados a petición de las fuentes

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